Por una actualización del diccionario

Por una actualización del diccionario

JOSÉ ALFREDO PRIDA BUSTO
En estos días estoy preparando una comunicación que quiero enviar a la Real Academia Española de la Lengua a través de su correspondiente en el país. Específicamente al comité que aprueba las acepciones nuevas de términos existentes. Creo que la Academia se ha ido abriendo con el paso del tiempo y uno puede darse cuenta de que, en ediciones últimas, el diccionario de tan prestante institución acoge significados distintos a los que ya se consideraban, proviniendo éstos en gran medida de Latinoamérica. Recordemos que Filipinas también tiene su léxico, que en España hoy en día se habla de manera diferente a como se hacía hace treinta años y que todos somos ingeniosísimos.

Como una humildísima contribución al mejor conocimiento de nuestra lengua madre, me he permitido hacer una lista de palabras que, en el devenir de las sempiternas contiendas políticas de nuestro país, han ido modificando sustancialmente su significado.

A los actores del teatro político, sobre todo a los que están, o creen que están de moda, les encanta acuñar nuevos términos. En caso de no ser capaces de inventar nada, tratan de modificar lo que ya existe, rogando que se pegue para poder, según el caso, conservar o adquirir “vigencia”. Y, cual dioses de desbordante inventiva, caen en un proceso de “génesis idiomática”.

Las acepciones que aquí presento creo que son, desafortunadamente, universales. En algunos sitios, los significados tienen más fuerza que en otros, pero se dan en todas partes. Y nuestro país no solo no es la excepción, sino que es un muy conspicuo ejemplo de lo que hemos observado. Veamos.

Pueblo: en cualquier país, masa mayoritaria compuesta por individuos de paupérrimo vivir y nulo o “cuasi nulo” nivel de educación, que tienen como fin único de su existencia ser llevados en rebaño a votar. Hipnotizada por las promesas, esta masa solo es “tenida en cuenta” hasta que se asume el poder. Posteriormente, hiede muchísimo y no se le puede ni dar la mano, mucho menos abrazarla.

Consenso: acuerdo a que se llega entre individuos clave para aprobar o rechazar importantísimos proyectos de “interés nacional” pensando únicamente en el bienestar del pueblo. El consenso, o decisión de una “mayoría”, se logra luego de múltiples negociaciones de aposento y tras la visita de un llamado “hombre del maletín”. Durante las negociaciones de aposento, se prepara toda una lista de descabelladas justificaciones de las sopesadas decisiones tomadas por los augustos “cuidadores de la sociedad”.

Democracia: sistema político, también conocido como “de los chivos sin ley”, en que el gobierno de turno permite a los miembros de todos los estamentos de la sociedad hacer lo que les da la gana para que los políticos en cargos públicos puedan hacer lo que les da la suya. Nadie molesta a nadie y todo se maneja en un marco de respeto y silencio en el que, aunque se denuncien actividades “non sanctas”, nunca se mencionan nombres. Son rumores de vagos y envidiosos. La democracia se alcanza por el consenso, o mayoría, que se consigue del pueblo por medio de tranquilas, limpias y libres de incidentes elecciones.

Coyuntura: situación dependiente de la asombrosa variabilidad de la conveniencia de un político o un grupo de políticos en un momento determinado. No obedece a lógica ni a razón de peso alguna. Es así… Pasó… Esta palabra se utiliza para justificar absolutamente cualquier cosa por estrambótica que sea. Al hecho que se produce como resultado de la ocurrencia de una coyuntura, dícesele coyuntural.

Histórica/o: decisión o momento en que un político, en su típicamente enervante megalomanía, considera que ha inventado la fórmula del agua en polvo y, cual mesías extraterrestre, la cede a la sociedad. Siempre, naturalmente, con absoluto desprendimiento, en aras del bien común, pensando sólo en que el autor será recordado por los siglos de los siglos.

Historia: lugar al que todo político pretende entrar a como dé lugar. Se aparta de la mente el hecho de que la forma que tiene la historia de alimentarse es absorbiendo situaciones y personajes de manera natural. Como si dijéramos, un proceso de ósmosis, independiente por completo de condiciones como la presión.

Gobernabilidad: cualidad de gobernable. Término que es utilizado como amenaza por los gobiernos  en determinadas circunstancias para conseguir hacer lo que quieren con la tranquilidad absoluta de que nadie va a oponerse a ellos. Se maneja para provocar temor en la gente, a la que se le dice que las medidas extremas que se van a tomar son única y exclusivamente para su bien. Palabra que, como espada de doble filo,  tiene una propiedad particular y es que provoca el pánico en los políticos cuando piensan que en realidad sí se puede caer en un problema y ellos podrían desaparecer de escena. A pesar de todo, la utilizan de lo más alegremente.

Corrupción: incluye toda una gama de delitos contra el pueblo cometidos única y exclusivamente por los políticos de un gobierno anterior, siempre y cuando, ¡ojo!, ese gobierno anterior no haya sido del partido en el poder en el momento. O sea, el que acusa. Al endilgarle un político a otro el sambenito de corrupto, el primero se adjudica un tono de “diafanidad primigenia”, convirtiéndose automáticamente en ejemplo a seguir por los otros, debiendo, además, ser reverenciado por una sociedad agradecida por tan soberbia muestra de valentía y sacrificio.

Por favor, no olvidemos la famosa transparencia. Además tenemos términos compuestos como sociedad civil, canasta familiar y otros más que estamos hartos de escuchar y quisiéramos borrar de nuestra memoria. En fin, toda una gama de palabras “bonitas”, que es lo que le gusta oír a la gente. Todas usadas de manera acomodaticia de acuerdo a las inevitables coyunturas. No olvidemos que aquí todavía hay gente que dice: “Yo voy a votar por Fulano porque habla bonito”.

Como hemos visto, términos hay muchos. Todos ellos rimbombantes, con significados contundentes y de una innegable “efectividad sónica” para ser esparcidos en el medio al que van dirigidos. Obras maestras, ¿por qué dudarlo?, de un fantástico ingenio digno de causas más nobles.

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