La celebridad de almanaque que es el Primero de Mayo, hoy para más seña, es oportunidad para coincidir con entes sociales, sindicales, patronales y de autoridades de buena voluntad en que procede acelerar el paso hacia reformas del Código de Trabajo y del Sistema de Seguridad Social. Marchar hacia regulaciones institucionales equilibradas que protejan derechos del trabajador sin perjuicio de quienes demuestran capacidad para crear plazas productivas en el ámbito formal de la economía al que no pertenece estadísticamente el sector más numeroso de dominicanos y extranjeros que se ganan la vida en la precariedad de normativas. Cambiar el andamiaje legal para garantizar sustentos justos es imprescindible incluso para el empleador y el Estado. Éste que no debe exponer al país a la ventilación desde el exterior de expedientes de alegados abusos patronales que las propias autoridades nacionales niegan y, justamente, tratan de demostrar que no ocurren habiendo faltado oportunas y periódicas certificaciones de que aquí los gobernantes no permiten por negligencia el maltrato a la mano de obra.

El país se presta a confusión, precisamente, porque los trabajadores regulados son una minoría; es obsoleto el régimen de protección al derecho de ganarse el pan con suficiencia de ingresos; la protección basada en seguros de salud para núcleos familiares peca de incompleta y el esquema de pensiones no garantiza a los asalariados un retiro digno. La importancia que se asigna al diálogo ahora es promisoria.

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