Por una alianza opositora (1 de 2)

Por una alianza opositora (1 de 2)

Miguel Ramón Bona Rivera
El proceso de institucionalización democrática de nuestro país, requiere en estos momentos de una alianza opositora. Oposición no es oponerse. Oposición es controlar. La democracia implica un sistema controlador que interactua entre todos los poderes del Estado: el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. Porque en la democracia se le da vigencia plena a estos tres poderes del Estado.

Así, el Poder Legislativo construye el andamiaje jurídico sobre el cual se cimenta el sistema de derecho. El Poder Ejecutivo lo pone en práctica, lo ejecuta. Cumplir y hacer cumplir las leyes en su misión fundamental. En el proceso administrativo de gobierno, el Poder Ejecutivo tiene como deber primordial, el realizar todas sus ejecutorias con él más estricto apego a la ley.

El Poder Judicial, por su parte, juzga y sanciona el incumplimiento de las leyes en que incurren tanto los ciudadanos como el gobierno mismo.

En el sistema democrático, el régimen de los tres poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial, tienen como premisa básica para su eficaz funcionamiento, la separación de los mismos; pero también el establecimiento de un efectivo sistema regulador y controlador que puedan ejercer los unos sobre los otros, y que constituye el mecanismo institucional para evitar que la fuerza de uno de estos tres poderes se extralimite sobre los demás.

Porque todo poder tiene la tendencia natural a desbordarse.

Así, la capacidad del Poder Ejecutivo para observar las leyes, o la capacidad del Poder Judicial para juzgar la constitucionalidad de las leyes, o la capacidad del Poder Legislativo para interpelar los funcionarios del Ejecutivo, constituyen parte de los mecanismos de control y regulación que interactuan entre los distintos poderes del Estado.

Pero para que esta sana separación de los poderes públicos sea efectiva, sea real, es necesario que haya oposición.

El espíritu de la reforma constitucional de 1994 al separar las elecciones presidenciales de las congresionales y municipales, fue precisamente garantizar que el control de los poderes del Estado no quedara monopolizado en manos de un solo partido político, el mayoritario de turno, mediante el arrastre electoral.

Porque cuando un solo partido es el que concentra el monopolio de todos los poderes, el ejercicio democrático, que es incómodo, tiende a ser sustituido por la fácil inclinación dictatorial.

Una de las características que definen la dictadura es precisamente la carencia de oposición.

La democracia dominicana, que ya es adulta, requiere pues para su plenitud, de una permanente presencia opositora. De una oposición firme, constructiva, controladora y positiva.

La alianza opositora acordada entre el Partido Reformista Social Cristiano y el Partido Revolucionario Dominicano para participar con candidaturas congresionales y municipales comunes en las elecciones del próximo 16 de mayo, constituye un acto histórico sin precedentes, que todo el país debe aplaudir.

Porque la misma se erige como un hito de madurez y modernidad en nuestra sociedad política, caracterizada desde siempre por la fragmentación y el enfrentamiento.

Porque la misma profundiza la democracia al garantizar el ejercicio de un poder controlador opositor en la composición mayoritaria de las cámaras legislativas.

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