Por una ciudad posible

Por una ciudad posible

Esta es la rimbombante consigna esgrimida por el Alcalde de la ciudad de Santo Domingo, D. N., señor Roberto Emérito Salcedo y Gavilán. Ponemos su nombre y apellido completo, porque creemos que no hace honor a su segundo apelativo “Emérito”; sin embargo, encontramos coincidencia en lo referente a su patronímico “Gavilán”, definida como un ave rapaz y rauda en sus movimientos.

El desorden, basurero y tránsito caótico en la que se encuentra envuelta la ciudad de Santo Domingo, para su afrenta primada de América, debe ser también primera en desperdicios callejeros, talleres de vehículos y buhoneros que ocupan aceras y veredas, no es una exageración de nuestra parte. Nada más hay que pasar por las inmediaciones de cualquiera de los mercados capitaleños: Modelo, Nuevo, Villa Consuelo y unos “pulgueros” que se encuentran por doquier, los cuales, en principio son intocables por pertenecer a “padres de familia” que de ese modo se ganan el sustento y como afirman ellos, esto es para que no tengamos que hacer lo mal hecho (robos, asaltos, estafa, etc.).

Vamos a referirnos a la recogida de basura doméstica y los diferentes desperdicios. Si bien es cierto que debemos señalar también, el poco sentido de urbanidad que tienen los capitaleños, no respetando los días de recogida o sacando el zafacón después de haber pasado el camión recolector; no es menos cierto, que estos compactadores crean un caos en el tránsito al recoger los desperdicios en horas laborales y hasta pico. Hemos visto, en la avenida Mella, al mediodía un camión recolector que parecía una pieza de museo de tantos desperfectos, abolladuras, simplemente como se dice: un vehículo “destelengado” cayéndose en pedazos, que sentimos vergüenza ajena por esta osadía, verdadero monumento a la desorganización y la anarquía prevalecientes en este departamento del Ayuntamiento.

En los países civilizados –dentro del cual no calificamos el nuestro– la recogida de basura, limpieza de las calles, avenidas y en nuestra ciudad túneles, se efectúan en altas horas de la noche cuando la circulación vehicular es casi nula y no disturba el tránsito en las arterias. Ahora bien, esa labor en horas nocturnas implica un costo adicional por tratarse de tiempo destinado al reposo y a conciliar el sueño en los brazos de Morfeo.

Las ciudades tienen calles, avenidas, plazas, parques y lo más lógico es que tengan nombres de personajes notables que se hayan destacado en nuestra vida Republicana, para poder ubicarse con facilidad y poder llegar al destino deseado sin inconvenientes. Actualmente, las mismas no están rotuladas con el agravante a esta situación por motivo de que las principales vías tienen nombres de próceres o literatos extranjeros, destinando las pequeñas y oscuras calles a nuestros patriotas. Ya antes habíamos escrito sobre lo necesario de cambiar los nombres para quitarnos esta deshonra y no caer en el complejo de Guacanagarix.

Rotular la ciudad indicando la dirección de las principales avenidas, lugares de interés y direcciones orientadoras, brillan por su ausencia. Nuestro Alcalde, debería visitar al menos San Juan de Puerto Rico por no decir Miami, para que se percate lo fácil que es encontrar una dirección y de lo difícil que es encontrar lo mismo en la ciudad de Santo Domingo.

Los ciudadanos conscientes se quejan de lo peligroso que es caminar por aceras llenas de hoyos y todo tipo de baratijas que ponen en peligro sus vidas. Hay que destacar que ser viandante es altamente riesgoso por los cacos haberse robado las tapas de los filtrantes y también las que están en las calles. Debería de propiciar la fabricación de las mismas en plástico para evitar sustracciones que todos sabemos dónde van a parar, pero las autoridades prefieren hacerse de la vista gorda para proteger a los “exportadores” de metales viejos y a veces, hasta acabados de instalar.

Si en lugar de construir plazas tipo el ”zooberto” o el parquecito de las luces en el antiguo zoológico, en donde se encuentra nuestro Conservatorio de Música, dedicase esos recursos a faenas que sí le atañen, como limpieza de las calles, solares, plazas, parques, veredas y otras labores que le incumben, entonces podríamos decir a boca llena, que estamos habitando una ciudad posible con autoridades edilicias que cumplen con el deber ciudadano de velar por el bienestar de sus habitantes.

 

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