Hace un año refuté al Presidente Leonel Fernández sus infortunadas declaraciones de que más recursos económicos son solo necesarios para construir escuelas y pagar a los maestros, sino también para un sin fin de suministros, tareas y funciones que son consustanciales con todo proceso de enseñanza-aprendizaje de calidad y cuantitativamente eficiente; para cubrir los tremendos déficits que venimos acumulando, particularmente en los últimos 8 años del pasado gobierno, aunque no precisamente para cambiar textos nacionales por otros, hechos al vapor.
Entre las acciones que deben emprenderse está la modificación de la estructura del ministerio del ramo, por una que responda a los principales objetivos de esa cartera, que son la educación inicial, primaria, de adultos, secundaria, vocacional y superior, el desarrollo académico, la planta física, los medios informáticos y las relaciones con la comunidad.
Dicho ministerio debe atender a las necesidades propias de la educación rural y de zonas urbanas, la educación especial de minusválidos y sobresalientes; la supervisión los colegios privados y de las dependencias educativas de otros ministerios, la formación de maestros tomando en cuenta la posible integración de profesionales de otras áreas; y los estímulos materiales y morales a la sacrificada profesión docente.
Todo ello supone un esfuerzo extraordinario para desarrollar una ofensiva, con una inspección y supervisión escolar efectivos, que englobe a padres, niños, maestros, supervisores y directores de escuelas núcleos, municipios y regiones de educación, que para evitar el fracaso de sus objetivos, que debe ser evaluado. Todos los dominicanos deben comprometer sus esfuerzos y recursos para librar esta batalla por nuestro futuro; por una educación de calidad y cantidad para superar una situación en la que está virtualmente colapsada.
Si es necesario, que se traigan temporalmente maestros españoles, colombianos, argentinos, uruguayos, cubanos, puertorriqueños y dominicanos de la diáspora, dándole los estímulos que hagan falta; pero ajustándolos a los requerimientos, que se haga. Los ayuntamientos deben también desprenderse de un 15% del porcentaje que les toca por ley cuando lo reciban para que participen en la educación inicial y vocacional, además de en la supervisión de los locales y la calidad de la enseñanza.
Las escuelas no tienen que ser dispendiosos palacios construidos por Obras Públicas para impresionar a criollos y extranjeros con nuestra modernidad, sino sólidas, bien emplazadas, y modulares para ir añadiéndole aulas según las necesidades; suficientes para que quepan todos los dominicanos que lo precisen: con aulas, baños y equipos mínimos; dejando los computadores para instalarlos en centros comunitarios bien resguardados para su uso colectivo. Desprender hacia presidencia de la República el programa de alfabetización es hacerlo mal desde el principio.
Pero por favor, nada de promoción automática, por lo menos hasta que se restablezca la responsabilidad social de maestros y estudiantes, que parecen estar en todo menos en la enseñanza.
Así debemos organizar nuestra educación