Por una higiene de los ideales

Por una higiene de los ideales

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
La propuesta es de Ortega y Gasset, quien confiesa en su obra, Mirabeau o El Político: «Hace mucho tiempo he postulado una higiene de los ideales, una lógica del deseo. Tal vez lo que más diferencia la mente infantil del espíritu maduro es que aquella no reconoce la jurisdicción de la realidad y suplanta las cosas por sus imágenes deseadas».

Leemos la prensa, escuchamos la radio, nos hipnotizamos con el televisor, y nos vamos rellenando de frustraciones y dolores de impotencia. En la apretada mezcla de lo bueno y lo malo, predomina lo malo, lo asqueante, lo dañino. Y cae uno en pensar en el Presidente de la República, continuamente situado bajo la lluvia fuerte de muchas más noticias, de muchas más traiciones en proceso de cocción, de monumentales conflictos de intereses en los cuales el ingrediente más escaso es la conveniencia nacional, el limpio beneficio de la Patria.

De acuerdo a Ortega, es propio de la mente infantil no reconocer la jurisdicción de la realidad que, sin entrar en disquisiciones filosóficas que no vienen ahora al caso, es elusiva, mimética, engañosa.

Dentro de un enorme marco de carencias nacionales, pienso que lo primero es crear un orden fundamentado en el establecimiento de instituciones que merezcan respeto, no que lo obtengan a la fuerza o inversamente, a consecuencia de la apatía, del cansancio y la muerte de las esperanzas.

Cuando hemos tenido orden en el país, siempre ha sido resultado de imposiciones abusivas y crueles, emanadas del capricho o la conveniencia personal -en diferentes niveles, estilos y categorías- de diversos mandatarios.

Siento que entramos en un nuevo período o un nuevo campo de posibilidades. El Presidente Fernández quiere realizar los necesarios cambios apoyándose en la educación funcional. Parece que en este segundo mandato suyo le será posible realizar lo que no pudo en el primero: enfrentar abiertamente fuerzas negativas tradicionales en el país, incluyendo los policías y militares corruptos (que siempre -con alto apoyo- han estado detrás de los grandes delitos, impracticables sin tal tipo de complicidad activa y ruda). Por vez primera empiezan a ser señalados, aunque con la cautela que demanda una inusitada acción de este tipo.

La educación, ya sea privada, personal, interna, individual, o sea pública, destinada a la población nacional, requiere, además de información, constreñimiento disciplinario mostrado en actitudes ejemplarizantes e inconcesivas.

No se trata de anunciar «transparencias», propósitos de llegar «hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga». Se trata de ejemplarizar con acciones oficiales, sin ocultaciones ni eufemismos. Aunque la naturaleza misma de la política tenga -desde siempre- mucho que ver con ocultaciones y eufemismos.

Las naciones que han progresado, son aquellas que han podido aprovechar situaciones efímeras, durante las cuales es posible realizar modificaciones y romper con malas prácticas tradicionales por centurias.

Creo que este es nuestro momento.
Tenemos que higienizar nuestros ideales patrióticos.
Crear una lógica del deseo.
Y llevarla a cabo sin dilación.

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