Distinto a lo que acontece con numerosas especies mamíferas cuya evolución natural resulta lenta y prolongada, el Homo sapiens ha conseguido multiplicar la supervivencia gracias a su capacidad para modificar y adecuar varias condicionantes que reducían su media existencial. Historiadores narran los años útiles que vivían los esclavos en las plantaciones cañeras e ingenios azucareros franceses en la colonia de Saint Domingue durante todo el siglo XVIII. La abolición de la esclavitud representó un período de mejor suerte para la mayoría de la población agrícola de aquel entonces. La potabilización del agua, el desarrollo de las vacunas, la higienización en general, así como la mejora en la alimentación produjeron una verdadera revolución en la salud poblacional del mundo industrializado. La investigación de la mortalidad materno-infantil, decesos violentos, muertes súbitas, diagnóstico temprano del cáncer, juntamente con el oportuno control de las epidemias y pandemias ha logrado agregar tiempo de vida saludable en varios confines transcontinentales.
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Países con alto nivel de desarrollo tecnológico sus ciudadanos venían observando una notable reducción en la morbilidad y mortalidad con una media de vida por encima de los ochenta años. De repente, se registra un aumento en el número de jóvenes que fallecen, aunado a una casuística elevada de diabéticos, hipertensos y obesos. Cuando analizamos los factores que pudieran estar envueltos a modo de agentes causales o contribuyentes nos sorprenden el sedentarismo, la falta de ejercicios físicos, el exceso de azúcares y grasas animales en la dieta, en sincronía con el estrés permanente de la cotidianidad. El perfil epidemiológico del modo de vida facilita obtener un estimado de la causa probable y de la fecha del desenlace fatal en ciertos grupos de individuos.
Especies de insectos como las abejas y las hormigas continuamente nos dan cátedra gratuita sobre la relevancia de la cooperación en una atmósfera de paz y sana convivencia.
¿Por qué hemos de tratarnos como rivales retornando a la pretérita ley de la selva del “! Quítate tú para ponerme yo!”, o la del “Todo para mí y nada para ti”.
Podemos aunar los avances de la ciencia y de la tecnología nacionales y regionales para ponerlos al servicio de toda la humanidad sin distingo de etnia, género, religión, idioma, credo político, nacionalidad, edad, ni ocupación. La madre tierra nos pertenece y compete a todos; cuidarla, protegerla, compartirla es tarea universal. Los desastres naturales verbigracia las tormentas tropicales repercuten negativamente en muchos lugares llevando en su furia el signo de la destrucción, el dolor y la muerte. Cada día comprendemos más el porqué de las cosas y, por ende, ya sabemos cómo evitarlas y, sin embargo, cuando no nos afecta en lo personal nos desentendemos basándonos en aquello de que “Si no es conmigo, no me importa”. En un mundo globalizado, pretender ignorar las sabias lecciones que nos han legado nuestros antepasados nos condenan a repetir los errores que les condujeron a una muerte temprana.
Como la gran familia de Homo sapiens que somos, compartamos en paz bienes y servicios, sin maltratar a la madre tierra que es nuestra sagrada fuente de vida.