Por una nueva Policía

Por una nueva Policía

POR JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Reitero que bajo ornamentadas viseras de quepis militares, severas miradas tintadas de asombro me han dejado de una pieza cuantas veces tuve el positivo empeño -la ingenuidad, dirían muchos- de señalarle a un oficial superior las faltas y pecados que había notado en la institución en la cual él servía. No obstante, lo he seguido haciendo, movido por un invariable interés por la policía, a la que siempre le he atribuido elevadísima importancia en el desarrollo y progreso del país.

Por eso he publicado buen número de artículos abogando por una especial atención gubernamental a este cuerpo que debe proteger a la ciudadanía y mantener en la misma un orden aceptable.

Tengo entendido que en el pasado gobierno la Policía fue dotada de equipos sofisticados y que corrió mucho dinero por esos lares, pero a mi entender la inversión no fue la más sensata, porque el gran flujo monetario no se destinó a elevar adecuadamente el nivel de vida del personal de bajo rango, el que debe patrullar las calles, vigilar con ecuanimidad y firmeza, sin angustias de extremas carencias familiares. No estoy pensando que un razonable y consistente aumento en el salario de los policías de más bajo rango los convierta, de golpe y porrazo, en maravillas de eficacia y decencia, pero ha de tenerse en cuenta que las graves carencias que los rodean incitan a la apatía y, a menudo al ejercicio delincuencial o al resentimiento u odio a la sociedad.

Más arriba están las complicidades con cuanto represente dinero, impunidad, «investigaciones exhaustivas» que se volatilizan como éter sulfúrico.

El pasado martes 24, este diario trae en primer plana el titular: «Ejecutivo pone en retiro 31, generales de la Policía». Ya van por 130 los generales militares y policiales puestos en retiro.

No me alegra que nadie pierda su posición, pero en este caso me regocijo de la disposición del presidente Fernández. Además, ya estos generales seguramente son ricos.

Por demás, es alentadora la decisión del nuevo jefe de la Policía, mayor general Manuel de Jesús Pérez Sánchez, ordenando que todos los policías deberán realizar labores de patrullaje y prevención, sobre todo en las zonas que más lo requieren.

La disciplina cívica no es espontánea en ninguna parte aunque en algunos países nórdicos esté tan asimilada, enterrada entre los poros de la gente, que se percibe como algo natural. He vivido en países europeos donde la disciplina es rígida. Recuerdo que el Alemania bromeaban diciendo que lo que no está prohibido (Verboten!) es porque no está permitido (Nicht Gestattet!) y ve uno por doquier esas indicaciones, siempre terminadas con un signo de admiración, que otorgan al aviso una coloración de alarma. Naturalmente la gente, salvo algunos adolescentes alborotadores -con sus límites- respeta las reglas, y viene a ser que en cierta medida, todos nos convertimos en policías, cuidando hasta de las más mínimas violaciones.

En una ocasión en que yo salía con prisa del apartamento donde vivía en Hannover, puse un pie en la grama del sinuoso jardincillo del edificio para alcanzar más rápidamente la vereda empedrada. Pero había un cartel que advertía: «No pisar el césped!». Uno de los vecinos me vio y convocó una reunión para que a la hora en que yo salía a trabajar siempre alguien me vigilara. Nos puede parecer absurdo, pero es en la obediencia a las pequeñas reglas donde radica el obediente acatamiento de las grandes e importantes reglas.

Lo grande es consecuencia de la acumulación de lo pequeño. Tenemos que empezar a comprender y absorber esta realidad, y actuar en consecuencia.

Los gobiernos dominicanos siempre han descuidado a los pequeños y a lo que es pequeño. Se ocupan de lo grande, de lo que consideran peligroso por el poder que ya han adquirido. Error. Hay que ocuparse, si se tiene buena intención -y estoy seguro de que la administración Fernández la tiene- ocuparse, repito, teniendo muy presente que es preciso sanear, alimentar, nutrir e incentivar los niveles más bajos. No para otorgarles vertiginosas promociones, sino para que sientan que su labor es importante y reconocida.

Me parece muy bien la reducción al mínimo de la multitud de generales sin tropa ni razón de ser.

Es la parte operativa de la Policía, esa que se presente sin orgullo de lo que hace, la que camina las calles o las cruza en un vehículo de cualquier tipo, calidad y estado, la que necesita urgentemente un tratamiento diferente.

Necesitamos una nueva Policía.

La merecemos.

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