La hazaña libertadora de los padres fundadores resalta en esta fecha conmemorativa en la conciencia de un país agradecido de sus héroes, un homenaje que debe incluir lealtad a los objetivos de independencia. Causa excelsa que amerita continuidad y preservación. Por los reclamos resonantes del pueblo llano, incluyendo jóvenes renacidos a demandas de derechos, la libertad adquiere una dimensión acorde con la realidad nacional. Los dominicanos, salidos muchos de ellos hacia un activismo de compromiso, están diciendo en plazas y redes que la democracia debe ser auténtica. Que a las maniobras o debilidades institucionales que podrían estar detrás de fracasos electorales se les debe poner un ¡NUNCA MÁS!

Los factores del poder están hoy desafiados por la importancia cobrada por sectores sociales lanzados espontáneamente a la toma de un espacio entre componentes del panorama político, y de pronunciada desvinculación de ellos, con señales de asqueo e indignación causados por el destrozo de votaciones el 16 de febrero. Buena parte de la sociedad ha hecho exhibición de incompatibilidad con actuaciones partidarias reclamando una nueva forma de hacer política y de gobernar; un movimiento popular que no solo debe ser escuchado: debe estar protegido de las ordinarias reacciones de intolerancia que en forma de abusos de autoridad, abiertos o encubiertos, niegan plenitud a la democracia.

Radiografía de mala pinta

Verdades parciales o totales, o exageradas en su formulación, las críticas atribuidas a inversionistas norteamericanos sobre corrupción e impunidad en República Dominicana resultan estremecedoras como diagnóstico que denuncia males endémicos y de la justicia. La llaga que deploran voces regularmente adversas al Gobierno y de alegado propósito de descrédito queda descrita a la par desde litorales diferentes: usuales opositores y analistas de factura local y aquellos señores venidos de fuera a vivir la realidad. El informe radiográfico configurado a partir de visiones atribuidas a intereses privados y dadas a conocer a la prensa nacional pone a este país, hasta prueba en contrario, en un plano de fallas institucionales y riesgos para el desarrollo y el crecimiento que pregonan optimismos para sustentar la confianza en el presente y el futuro.