Mucho se ha discutido y legislado acerca de la necesaria participación de la mujer en la vida política y social dominicana, en muchos casos con poco sentido práctico, porque sin darles financiamiento para la campaña electoral, y sin involucrar a los senadores para darles participación; es poco lo que se logra a fin de cuentas, ya que el Senado es casi el único cuerpo legislativo realmente decisorio en el sistema político dominicano. De todas maneras, algo se ha mejorado en ese sentido porque ahora las mujeres tienen el 25% de los diputados y el 33% de los regidores del país.
En lo que estamos de mal en peor es con los jóvenes, porque los que tienen hasta 35 años, que suman cerca del 45% de los ciudadanos, solo están representados con 3 diputados de 190 en esa cámara; y hay un solo senador de hasta 40 años para un país cuya población es de 50% de hasta esa edad, en tanto que el desempleo, el subempleo y la delincuencia alcanzan cifras escandalosas a ese nivel.
La flamante ley 15-19, del Régimen Electoral, consigna como gran cosa la ridícula proporción de un 10% de las candidaturas como obligatoria para los jóvenes adultos, lo que es una barbaridad, mientras hay un 30% que no estudia ni trabaja. En ese sentido lo menos que pueden hacer los partidos progresistas es establecer internamente un 20% como mínimo obligatorio para las candidaturas juveniles; si se tiene en cuenta que la mitad de éstas pueden ser mujeres y que el mínimo para éstas es del 40%, se trataría de algo fácil de aplicar sin contravenir la ley vigente.
Los jóvenes dominicanos están hoy día en casi total desamparo oficial. Solo una nueva generación de nuevos dirigentes, sobre todo de profesionales, técnicos y dirigentes barriales no contaminados por la corrupción rampante que afecta al cuerpo social dominicano podría asumir el liderazgo para renovar nuestra sociedad de las lacras que tiene en la actualidad, porque muchos políticos de la vieja guardia son verdaderas sanguijuelas que extraen los recursos naturales y financieros de los que depende el futuro de nuestra patria.
Se requiere un salario mínimo que permita alimentar, vestir y habitar decentemente, posiciones operativas en el aparato del estado, oportunidades reales para progresar, servicios de salud y educación para todos, seguridad social y otras normativas similares, que están esperando por un liderazgo efectivo a todos los niveles. La prueba fehaciente de ello es que los pocos jóvenes legisladores que hay tienen una posición prominente en el escenario político en la oposición dominicana.
Por supuesto que el continuismo que postula el partido oficial a todos los niveles para tratar de detener el curso de la historia es una retranca que se manifiesta con el “barrilito” y los condicionamientos que se hacen con el discurso oficial; pero parece llegada la hora del cambio generacional, en el que los mayores de edad que hayan trabajado por superar el statu quo vigente, siempre tendrán la oportunidad de trabajar para impulsar desde el poder grandes reformas políticas, económicas y sociales en nuestro infortunado país.