Por una Presidencia verdaderamente progresista

<p>Por una Presidencia verdaderamente progresista</p>

TIRSO MEJÍA-RICART
En el año 2008, luego de que  se celebren las elecciones presidenciales dominicanas, se iniciará el último cuatrenio del medio siglo que habrá de  transcurrir desde que el país logró desembarazarse de la larga y cruenta tiranía trujillista, en 1962.     De los cuarentiseis años  recorridos desde la muerte de Trujillo, en  números redondos, tres años y medio fueron de gobiernos de transición política, de conservadores a represivos e intervencionistas (el Consejo de Estado, el Triunvirato y el de García Godoy); doce años  bajo Joaquín Balaguer, forma atenuada de trujillismo  en el que el terror como fundamento  del gobierno fue siendo sustituido gradualmente  por la corrupción sistemática, en el que  las obras faraónicas estuvieron  a la hora del día.

También hubo doce años de   gobiernos perredeistas (de Antonio Guzmán, Jorge Blanco e Hipólito Mejía), que significaron avances importantes en el proceso de democratización política, aunque salpicados de inconsistencias y populismo; y ocho años de los dos mandatos de Leonel Fernández, caracterizados por su apoyo decidido al equilibrio macro económico del país,  pero también de culto a las formalidades del poder, al uso intensivo de  los recursos de la comunicación social, a los costosos megaproyectos y a la voracidad fiscal.

En todo ese lapso solo  hubo medio año de un gobierno realmente progresista: el de Juan Bosch  en 1963, un dirigente visionario, fundador del PRD y luego del PLD que mantuvo su  fidelidad a los principios y una vida austera, que sirvieron para inspirar a toda una generación de dominicanos, a   luchar por un gobierno decente, democrático y de progreso efectivo en todos los órdenes, por encima de las fallas de carácter que pudo tener,  pero quien fue derrocado pocos meses después, increíblemente,  en nombre de la democracia y la reafirmación cristiana.

En estos nueve lustros de política postrujillista, se ha ganado en libertades y crecimiento cuantitativo de la economía, pero al costo del abandono de los valores más elementales que sostienen la moralidad  pública y privada,  al amparo del manejo doloso de los recursos del Estado, los megaproyectos irresponsables, el  gasto alegre de prestamos internacionales  y la virtual comercialización del proselitismo político.

Fruto  de esta situación de deterioro social y político crecientes, se han profundizado las grandes desigualdades socio-económicas, la pobreza critica  ha aumentado de forma escandalosa, se han deteriorado la educación y la salud de la población, la delincuencia, el consumo de drogas y  la violencia doméstica, que ha  degradado la vida  dominicana a niveles apenas concebibles 20 años atrás.

El gran ausente  de la política dominicana en todo este tiempo ha sido el establecimiento de un gobierno verdaderamente progresista, de izquierda democrática, capaz de aglutinar a las masas y a las clases medias dominicanas en torno a un programa  de reinvidicaciones populares  y de desarrollo nacional, integral e independiente, que sea capaz de trazar el rumbo hacia la recuperación del deterioro social e institucional que padecemos y la adopción de políticas consistentes con el incremento agresivo de la producción  de bienes  y  servicios, y de la justicia tributaria, así como educación, salud y seguridad social para todos, así como de los derechos humanos y el medio ambiente.

Ese rol histórico le correspondía al Dr. José Francisco Peña Gómez, el gran líder popular del siglo XX, cuyas cualidades excepcionales lo llevaron a ocupar un sitial entre los líderes mundiales durante casi un cuarto de centuria y quien una maléfica conjunción de prejuicios, infamias, fraude electoral y una enfermedad terrible le arrebataron su gran destino.

En esta atmósfera de frustración y desaliento y  ante la coyuntura preelectoral en que nos encontramos, la única opción viable para que podamos construir un gobierno decente al servicio de la gente, un gobierno de izquierda democrática, verdaderamente progresista, no de palabras sino avalado por años de experiencia, luchas y sacrificios sin dobleces por la democracia y el avance de nuestra gente, es la elección de Milagros Ortíz Bosch a la Presidencia de la República.

Milagros es una mujer que desde que tuvo uso de razón se ha entregado a las  mejores causas del pueblo dominicano: la libertad, los derechos humanos, la democracia, la educación, la igualdad de la mujer y la juventud, la justicia, la lucha contra la pobreza y cuanto significa progreso y reinvidicaciones económicas y sociales para los dominicanos.

Milagros Ortíz Bosch, heredera de las enseñanzas de su tío Juan Bosch,  de quien fue de sus principales colaboradores, de Peña Gómez, de quien fue condiscípula y  seguidora a ultranzas, de los intelectuales democráticos y la sociedad civil dominicana, a los que ha acompañado en sus luchas en una sociedad mas justa y equilibrada, y de las grandes masas del pueblo dominicano, es ahora la única esperanza real, y quizás por varias generaciones de lograr conformar un gobierno realmente progresista, que permita impulsar decididamente la bandera de  las  reinvidicaciones democráticas que enarbolaron los héroes y mártires de medio siglo de luchas, tantas veces frustradas, de la redención del pueblo dominicano.

¡Adelante con Milagros hasta la Victoria!

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