Por una real disciplina

Por una real disciplina

El país está en vías de suscribir con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un acuerdo por medio del cual se pretende reparar los graves daños sufridos por las finanzas públicas y que el oportunismo politiquero y malicioso ha atribuído exclusivamente al descalabro de tres bancos en un año. La autoridad correspondiente ha rehuído su responsabilidad de escudriñar en las causas, así como en las complicidades por comisión y omisión que condujeron a las calamidades económicas que todos estamos pagando, pues resulta inexplicable que una situación bancaria anómala perdurara más de diez años, según han confesado representantes del Estado.

En sí mismo, el acuerdo que se habrá de suscribir con el FMI contiene unas condicionalidades que demuestran hasta la saciedad que el descalabro bancario no fue un suceso único y casual, consustancial de manera exclusiva al manejo de las entidades financieras afectadas, sino fundamentalmente a una pésima supervisión y control, por un lado, y a un manejo inadecuado del problema al otorgar adelantos y redescuentos que sobrepasaron las capacidades financieras del Estado.

En otras palabras, si estamos buscando arreglos con el FMI y si una de las condicionalidades de este organismo para acceder a suscribirlo es la aprobación de una Ley sobre Riesgo Sistémico Bancario, es clara indicación de que la responsabilidad primaria por todo lo que está ocurriendo atañe a la administración del Estado, que debió ser celoso vigilante en vez de permisivo con las anomalías.

Como se ve, nuestra falta de disciplina llevó a estas consecuencias que estamos padeciendo y que dará mucha brega curar, pues muchos de los daños son, lamentablemente, irreparables.

[b]-II-[/b]

Como si no hubiese sido suficiente, el Gobierno, en medio de las negociaciones con el FMI, adoptó decisiones que no sólo hicieron posponer un acuerdo que ya estaba «a la vuelta de la esquina», sino que no se descarta que agrandara el «hoyo financiero» del cual procurábamos librarnos.

Si la adquisición de los intereses de Unión Fenosa en las distribuidoras de electricidad Edenorte y Edesur fue mala o buena decisión, todavía está por verse, pero lo que sí es una verdad contundente es que esa negociación fue hecha en el peor de los momentos, y todos conocemos y padecemos en carne propia las consecuencias que ha acarreado esa falta de disciplina.

Aparte de que la compra fue inoportuna y costosa, está el hecho de que el Gobierno no ha dado señales claras de sus deseos de licitar a corto plazo la venta de las dos distribuidoras y tiene que retenerlas y financiarlas, cargando con sus costos quién sabe hasta cuando.

Todo cuanto hemos señalado demuestra que se ha actuado con poco tacto y se ha hecho galas de todo, menos de disciplina para conjugar la oportunidad de las acciones estatales.

Ahora que estamos a punto de firmar con el FMI, lo que supondrá un importante alivio de la situación calamitosa en que nos encontramos, debemos evitar por todos los medios incurrir en inmediatismos y esforzarnos al máximo por evitar que nuestra falta de disciplina nos conduzca por senderos impropios.

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