Por una reforma fiscal justa

Por una reforma fiscal justa

Una reforma fiscal para nuestro país, de las dimensiones que se plantea, no solamente debe ser sujeto de discusiones en el Congreso Nacional, sino también percibirse como legítima, es decir justa. A este fin, nos pueden servir una serie de criterios.

Nos parece que la primera pregunta a hacerse es cuales son las razones para emprender la imposición o modificación de los impuestos que deben pagar los ciudadanos al Estado. Se argumenta que es para poder cubrir el hoyo financiero ocasionado por las quiebras bancarias recientes y, aunque no se especifica, los desaciertos monetarios y fiscales del Gobierno que, según los entendidos, han agravado la crisis económica norteamericana y los precios del petróleo y sus derivados, los principales culpables, si así les podemos llamar, son el Estado Dominicano y los banqueros involucrados en la crisis financiera.

Si aceptamos la argumentación anterior, a quienes les corresponde cargar con el mayor peso de la crisis es al Estado, por su insuficiente y/o negligente supervisión bancarias y, en segundo lugar, a los dueños y ejecutivos bancarios con todos sus bienes y haberes. A seguidas de éstos, a todo el sector financiero y a los grandes rentistas que han podido prosperar, considerablemente, frente un Estado incapaz de regularlos adecuadamente. Para el Estado poder cumplir con su cuota de sacrificio, le corresponde reducir al máximo sus gastos, incluyendo una significativa reducción de su tamaño, como serían el número de empleados supernumerarios, gastos corrientes, inversiones en áreas improductivas, exceptuando los sectores de salud y educación, y en todo aquello que suene a derroche o lujo en el contexto de la gran crisis que nos agobia.

Por su gran capacidad de pago, las grandes fortunas del sector empresarial deben ser los próximos en la dinámica de la recaudación de impuestos. Por mucho tiempo los impuestos en nuestro país han tenido un carácter regresivo por ser aplicables a todos, sin miramiento por la capacidad de cada quienes, como es el ITBIS y los impuestos aduanales. Es hora de que los organismos recaudadores del Estado se pongan los pantalones y comiencen a obtener los ingresos tributarios que le corresponden de ciertos sectores que siempre declaran pérdidas o escasos beneficios. Por ejemplo, según datos revelados en el programa económico televisado Triálogo, todo el amplio sector hotelero del país, con su gran infraestructura, paga unas dos veces menos impuestos por ingresos que el reducido sector cervecero. Y así por el estilo. )Y qué pasa con las lujosas y costosas villas de recreo y descanso, con sus marinas, yates, aeropuertos, aviones y helicópteros de Casa de Campo y otros exclusivos sitios de la clase adinerada dominicana y del «jet set» internacional? )Protege alguna ley las inversiones en estos renglones? Hay mucha tela por donde cortar.

Luego le tocaría el turno a la golpeada clase media que no tiene quien la proteja. Pues los ricos y los pobres tienen sus buenos defensores. En la llamada clase media es que se encuentran la mayoría de los asalariados, los cuales ven sus exiguos salarios reducidos religiosamente por los agentes de retención. No tienen escape alguno para eludir las garras impositivas. Por lo tanto, son los más afectados por la gran cantidad de impuestos indirectos de los que se nutre el Estado Dominicano. El aumento del ITBIS los golpearía fuertemente, a menos que se disponga un aumento salarial sustantivo que los compense.

Cualquier reforma fiscal, por supuesto, debe medir bien las consecuencias en las clases más necesitadas. Todos los gobiernos están conscientes de que hay que proteger e ir en auxilio de la clase pobre, por lo que esta clase se encuentra bien defendida, contrario a lo que ocurre con la clase media. A los pobres, igual a los del medio, les afecta adversamente todo tipo de impuesto indirecto o regresivo. Para ir en auxilio de los pobres, existen una serie de mecanismos focalizados que han sido puestos en práctica aquí y fuera de aquí.

Tremenda tarea les toca a los próximos gobernantes a partir del 16 de agosto. Nos atrevemos a aconsejarle que no sólo se valgan de economistas y financistas para conformar el anteproyecto de reforma fiscal, sino que también consulten a filósofos y científicos sociales sobre la naturaleza y la justeza del paquete impositivo, es decir, consultar a quienes podría orientarles sobre como el pueblo ha de tomarse el trago de mayores impuestos en una situación de empobrecimiento generalizado.

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