Como destino, o punto de partida por la vía aeronáutica, el país se caracteriza por exponer continuamente a sus viajeros a pagar pasajes a precios superiores al promedio que se registra para otras rutas continentales en perjuicio tanto de dominicanos, que de continuo van y vienen del exterior, como para visitantes de otras nacionalidades. Como mercado de la aviación, que no cuenta todavía con una apertura de «cielo abierto» con su principal conexión extraterritorial que es Estados Unidos, República Dominicana representa periódicamente, una carga pesada a la hora de comprar boletos para llegar o partir de ella, una recurrencia adversa a uno de los pilares de esta economía que es el turismo.
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Para conveniencia de los usuarios del transporte internacional con itinerarios locales las ofertas de pasajes se diversifican y abaratan, una agresividad empresarial saludable que comienza a tener éxitos; pero la industria aérea es operativamente costosa y en algunos de sus componentes debe tener protección. Es decir: la carestía de transporte debe ser combatida con más aerolíneas en competencia sin olvidar que sobre todas ellas gravitan costos por uso de facilidades aeroportuarias, combustibles y tributos desproporcionados en comparación con los que rigen en otros puntos conectados con el país.
Para la sui géneris nación dominicana, de poderosa condición emigratoria que se reparte por el mundo, los pasajes de precios excesivos ponen a la patria más lejos.