Por violar y secuestrar a hija, le cantan 20 años

Por violar y secuestrar a hija, le cantan 20 años

En lo que parece el colofón de una historia de horror, los jueces del Segundo Tribunal Colegiado de la Provincia Santo Domingo  condenaron a 20 años de prisión a un hombre acusado de violar, torturar, golpear y secuestrar a una hija suya por más de diez años.

El condenado es Samuel Antonio Holguín, de 45 años,  y la víctima es Yuri Argentina Holguín Espinosa, de 27 años. El tribunal es presido por el juez Víctor Mejía Lebrón.

Historia de horror.   Todo comenzó cuando la víctima tenía 12 años y  fue traída por su padre a la capital desde la provincia de San Juan, donde vivía con una tía y  tutora.

A partir de ahí empezó su historia de horror, narró  Yuri Argentina, pues desde que cumplió los 14 años  su padre empezó a abusar sexualmente de ella y a golpearla con frecuencia, al punto de que en una ocasión estuvo en cuidados intensivos  en el hospital Moscoso Puello por una puñalada en el tórax que le aplicó su verdugo.

Cuenta que su padre la trasladaba  con frecuencia de barrio a barrio para evitar que  la encontraran y así vivieron en Los Alcarrizos, Manoguayabo, Herrera, Bayona, Kilómetro 22 de la Duarte, Arroyo Bonito y otros sectores.

La víctima  llegó a escapar en ocasiones y hasta tuvo dos hijos gemelos con otro hombre, a quien el imputado intentó  matar, se presentó   donde  vivían con un  tanque de gas licuado de petróleo y  amenazó prenderle fuego si ella no volvía con él. Y ella accedió.

En su trajín ni su madre ni otros familiares que viven en Santo Domingo sabían de su paradero.  “Yo pedía al Dios que vive que hiciera que mi hija se encontrara con uno de mis hermanos aquí en la capital”, expresó  llorando Antonia de la Rosa, madre de Yuri.

Y al parecer sus ruegos llegaron. Un día Yuri contactó a un motoconcho para que la llevara desde la avenida Duarte a la maternidad La Altagracia a  buscar un papel para declarar a sus hijos. El motorista resultó ser  hermano de su madre, quien al ver el rostro  de la joven y acogiéndose a la sabia popular de que la “sangre jala”, empezó a cuestionarla, hasta darse cuenta que era su sobrina, quien le narró el  calvario que estuvo vivió todos esos años.

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