Porfirio Ml. Valdez Peña – Evangelio según el Cardenal

Porfirio Ml. Valdez Peña – Evangelio según el Cardenal

Todos los cristianos escribimos en nuestras vidas el Evangelio. La Buena nueva de Cristo no destruye nuestra naturaleza humana, sino que la transforma y la eleva… El Pedro, que Cristo asoció con principalía a su misión, no dejó de ser impetuoso, lanzado, el primero en hablar, y también en confesar «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (MT. 16,16).

Hace unos días, exactamente la noche del jueves 24 de Junio 2004, vi el programa «Buenas Noches, Santo Domingo», dirigido por dos comunicadores, uno muy conocido por mí, y me quedé absorto por la forma en que ellos atacaron las actuaciones del Cardenal y de la Iglesia Católica en el proceso histórico que vive nuestro pueblo.

Las sandeces y virulentas expresiones, contra el Cardenal y la Iglesia, me transportaron a aquellos tiempos que me tocó vivir y padecer en los últimos años de la dictadura de Trujillo. No usaron, dichos comunicadores, un estilo de altura para disentir o para reclamar al Señor Cardenal más moderación al referirse a personas o instituciones. Los calificativos, epítetos, y acusaciones contra la moral del Cardenal, provocaron indignación en mi, y sin duda, en todos los católicos.

Aparentaban ser doctores y exegetas del Evangelio cuando dibujaban al Jesús manso, humilde y pacífico, como una contradicción con el comportamiento y forma de ser de nuestro Cardenal. Una línea directa de teléfono estuvo coincidencialmente ocupada todo el tiempo por aquellos que llamaban para apoyar sus alaridos y denostar al Cardenal y a la Iglesia.

La ocasión es oportuna para escribir del Jesús del Evangelio en toda su integridad. Los comunicadores, y sus interlocutores, no han leído la otra parte del Evangelio en que Jesús dice: «No vine a traer la paz, sino la guerra» (S. Mateo 10,34).

El manso y humilde de corazón, Jesús, cuando denunciaba el estado pecaminoso de Fariseos y Saduceos, usó expresiones duras y fuertes como «generación de víboras ¿cómo podéis hablar bien siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca» (MT.11,18 y 19 y Luc 7, 33 y 34) Ellos fracasaban con todas sus zancadillas y preguntas capciosas, y Jesús respondiendo a su solicitud de un milagro les dijo «La generación mala y adúltera demanda una señal, mas señal no se le dará, sino la señal de Jonás Profeta», refiriéndose a su muerte y resurrección.

Jesús fue muy duro con los Fariseos al llamarle ciegos y guía de ciegos, y «si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo». Invito a leer los capítulos 23 de S. Mateo, y 11 de S. Lucas (a partir del vers. 52), en los cuales Jesús emplea expresiones muy fuertes al llamar a los Fariseos «sepulcros blanqueados», «necios» y repetidas veces «hipócritas».

Jesús, ciertamente nos dio ejemplo de mansedumbre y de misericordia, pero expresó su indignación con ira cuando encuentra el templo convertido en cueva de ladrones, y en una pura y simple compra y venta.

No se puede citar del Evangelio solo el aspecto de mansedumbre y de misericordia de Jesús, que ciertamente lo tenía en abundancia, especialmente con los pecadores arrepentidos, con los pobres y los enfermos, sino que debemos tener muy presente sus fuertes expresiones frente al estado de pecado que anidaba en el interior de sus interlocutores.

Hoy nuestra sociedad está preñada de pecados, Sodoma y Gomorra se quedan chiquitas en aberraciones sexuales, los Herodes adúlteros se multiplican, la corrupción se ha socializado tocando los linderos de la amoralidad (pues se ha perdido la conciencia de pecado), los robos descarados al erario público, las riquezas mal habidas, los intentos de violentar la libertad del pueblo, don de Dios a la humanidad, simplemente por ambiciones y ansias de permanecer en el poder. Frente a esta realidad nuestros pastores, y entre ellos el Cardenal, no pueden menos que mantenerse en una permanente denuncia, y naturalmente cuando usan fuertes expresiones lo hacen concientes de que su responsabilidad pastoral no les permite contemplaciones o palabras acomodaticias, frente a un «estado de pecado» tan rampante y ostensible.

Aprendamos en el Evangelio que Jesús es el hijo de Dios, con igual naturaleza divina que el Padre, y por eso San Pablo nos dice que en cuanto hombre es igual a nosotros, menos en el pecado. En cambio el Cardenal, los obispos, incluyendo el de Roma, el primero entre los iguales, el Papa, son iguales a todos los hombres, incluyendo el pecado. Por eso no debemos escandalizarnos por sus debilidades o limitaciones humanas. Pero existe al mismo tiempo una gran diferencia. Ellos han sido llamados, como aquel flaqueante Pedro, para apacentar y santificar el rebaño, para enseñar y transmitir con unidad y fidelidad el Evangelio. Y para ello cuentan con la presencia del Espíritu Santo.

Cada uno de ellos tiene rasgos muy personales, y hasta pueden mostrar diferencias en sus formas y modos de transmitir el mensaje de Cristo. Pero el mensaje de salvación es el mismo. El cardenal está escribiendo su Evangelio, y lo considero una providencia más de Dios con nuestro pueblo, pues son momentos de pruebas, de dificultades inmensas, el Evangelio no ha penetrado con toda su fuerza en todos los dominicanos. Tenemos en Monseñor Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, un pastor enérgico, claro, sin dobleces, sin temor, seguro de su elevada e importante misión.

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