Porque cada quien recibe lo que paga

Porque cada quien recibe lo que paga

El señor dejó cien pesos esta mañana. No es la primera vez que lo hace. A pesar de la prole que debe alimentar, con cuatro niños pequeños,  despachó a su mujer diciéndole que no tenía un peso más.

Ella calló. Sabe bien que no puede reclamar. La ira que le provocaría, una vez más, sería difícil de tolerar. El silencio, a veces, es el único remedio.

Con resignación cruzó al colmado. Compró arroz, huevos y un par de cebollas. No había para habichuelas ni carne. Por tanto, tocaba conformarse. ¿Cómo pedirle al pulpero que le fíe cuando la cuenta que debe es más alta que el salario que recibirá su marido en los próximos seis meses? Al mediodía, cuando el marido llegó, se sorprendió cuando vio un plato de arroz, huevos fritos y un escabeche cebolla. Mujer, dónde está el bistec, preguntó alzando la voz con rabia. Sumisa, sin atreverse a responder, la mujer tuvo que aguantar que su marido le dijera todo cuanto quiso.  Refutarle no era una opción. La última vez que lo hizo tuvo que aguantar tremendo bofetón. Así, como ese marido que da poco pero exige que le den algo de calidad, se comporta el presidente Leonel Fernández cuando hablamos de Educación: con una inversión de menos del 2% del PIB, aspira que las escuelas se pongan a la altura de la “sociedad del conocimiento”.

Y ahí está el Ministro, callado, que prefiere justificar al Presidente antes que reconocer que no le dan los insumos para hacer su trabajo. Mientras nosotros estamos como las vecinas del barrio: mal vistos porque criticamos que no se pague lo necesario. Pena que fastidien a los niños.

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