Porque el aire es gratis

Porque el aire es gratis

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
El criollo sabe mucho. Cuando le preguntan ¿cómo está la cosa? Responde: aquí, como Martín, cada día más ruin. O: mal, pero tú no tienes la culpa. Conversaba con don Antonio Beras y Salomoncito Seguié Kair, a comienzos de la década de 1980 y les pregunté: ¿alguna vez la cosa ha estado buena? Ambos buscaron en sus recuerdos y contestaron: «aquí nunca se amarraron los perros con longaniza».

Salvo, digo yo, gente que ha ido al gobierno como perro y se ha quedado con la longaniza de las contratas, el tráfico de influencia, las ventas subvaluadas, las compras sobrevaluadas y otras ventajas ilegales e indebidas. Lo peor es que esa gentuza anda entre nosotros y los tratamos y saludamos como si fuera gente de bien.

Veamos: la malaria había sido erradicada del país, del mismo modo que la tuberculosis. Un programa de educación y la vacunación anual en las escuelas produjo los buenos resultados.

El buen amigo doctor José Joaquín Puello me dijo que una excelente medicación para los trastornos del nervio ciático era la quinina, «pero ya no se vende en el país, porque ya no hay malaria». Eso ocurrió 15 ó 20 años atrás.

El buen amigo y compañero Rafael Lantigua me recetó la quinina que compré en una farmacia del Alto Manhattan y me dijo que a falta de la quinina tomara agua tónica (quinine water) de venta libre en el país, porque es elaborada en base a quinina.

Este es el país donde por 10 pesos, de los de la década de 1960 y 1970, se conseguía un certificado de vacunación para viajar sin ser vacunado.

Hemos sido invadidos pacíficamente por más de un millón de haitianos que traen costumbres, creencias, odios, frustraciones, sufrimientos, hambre y enfermedades, sin que haya ningún control en una frontera donde todo se compra, todo se vende y nadie ve, ni oye, ni dice.

También vienen cubanos a ejercer distintas profesiones sin cumplir los requisitos legales, colombianos que nadie sabe en qué se emplean, europeos pervertidos sexuales, alemanes e italianos que huyen de las autoridades de sus países y aunque todos lo saben, nadie hace nada para impedirlo, para  regularlo. Dado que carecemos de voluntad para solucionar los problemas, no tenemos un laboratorio donde se analicen los productos que ingresan al país, su composición, su utilidad, su eficacia como medicamentos o su valor nutritivo y vitamínico, cuando se trata de alimentos.

Los países desarrollados son muy meticulosos y exigentes con las importaciones que llegan a sus puertos, no así con las exportaciones que envían al extranjero, muchas veces constituidas por desechos y por productos defectuosos.

China acaba de rechazar a Estados Unidos, pollos con salmonella, residuos de medicamentos antiparasitarios o aditivos en partes de pollo congeladas, costillas y orejas de cerdo.

También prohibió la pulpa de naranja, los albaricoques secos, la uva y los suplementos alimenticios, porque no cumplen con las normativas sanitarias chinas, que uno presume son menos exigentes que las europeas y las norteamericanas.

No tenemos seguridad de que esas partes de pollos, de puercos, pulpas de frutas, frutas secas y suplementos alimenticios que rechaza China no van a ser vendidos y consumidos aquí como si se tratara de los mejores productos del mundo.

Mi amigo Marino Castillo Santana decía en la antigua Dirección de Rentas Internas: en este país se vive porque el aire es gratis y por la Gracia de Dios». Amén.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas