No tiene la casa terminada. Sus deudas son muchas, demasiadas. Por si fuera poco necesita renovar parte de su mobiliario y enseres porque ya no están bien. A pesar de ello, y de que sus moradores comen lo indispensable, ha decido cambiar sus abanicos por unos aires acondicionados. Pasar calor, al parecer, ya no le va.
Leyendo esto, usted habrá pensado en esas familias que no tienen un apartamento propio pero compran jeepetas de más de un millón de pesos o en esas tantas personas que andan vestidas de diseñador pero no tienen para comer.
Esa, precisamente, es la situación que se vive la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), una academia en la que convergen el mármol, las carencias, el abandono y el absurdo. Tal es así que Mateo Aquino Febrillet, su rector, anunció que pondrán aires acondicionados en las aulas, a pesar de la deuda que tiene con la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales.
Lo peor es que esto sucede después que muchos estudiantes hayan y estén pasando las de Caín para poder inscribirse por las fallas de la plataforma tecnológica de la UASD. Pero también mientras la biblioteca Pedro Mir sigue esperando que le den mantenimiento, las ruinas son insoportables y los baños dejan mucho que desear.
Las necesidades son muchas. Desde aulas para descongestionar las secciones hasta las necesidades de facultades que suelen estar en el olvido, tales como la de Agronomía y Veterinaria. En lugar de cubrirlas, se piensa en el confort. Aquel que, por demás, hará que la factura eléctrica sea un dolor de cabeza más.