Porque nada es lo que es

Porque nada es lo que es

 MARIEN ARISTY CAPITÁN
Nada es lo que es, señorita, y nunca lo olvide, me espetó un señor mayor mientras caminaba hacia uno de los andenes de la estación de trenes de Madrid. Yo le miré extrañada y él me sonrío agregando: nunca te engañes pensando que las cosas son tal como las supones; detrás, siempre hay detrás por descubrir. No tengas miedo y recuerda que todo tiene un porqué.

En esos momentos no entendía lo que me decía. Tampoco para qué. Sin embargo, él había visto la duda en mi mirada. Y me animaba continuar. Equivocarse, terminó, es la única forma de alcanzar el éxito; llega hasta el final, no te fijes en lo que dicen los demás y jamás te detengas en el camino porque entonces nunca sabrás si eras capaz de lograr lo que te proponías.

Aquella conversación aconteció hace tres años. Yo pasaba por un bache existencial y un extraño, de esos que te enseñan más que mil maestros, me daba la respuesta que necesitaba. También las fuerzas para continuar y, sobre todo, sopesar lo que me sucedía.

De las palabras de aquel señor, lo que más me llegó fue lo de “nada es lo que es”. Porque, ¿cuántas veces creemos estar seguros de algo y después descubrimos que hemos estado errados? ¿Cuántas no juzgamos antes de tiempo, quizás dejándonos llevar por el qué dirán, para después arrepentirnos de lo que hemos pensado? ¿Cuántas, en función de esa nada, lo perdemos todo sólo por no arriesgarnos?

El pensar en la nada, sin embargo, también me obliga a detenerme en lo que somos y tenemos como país: se supone que somos ricos, o lo fuimos alguna vez, pero en la práctica no tenemos absolutamente nada.

Por no tener, no tenemos ni siquiera quién nos defienda. Por ejemplo, vemos cómo hay ministros que se benefician con lo que están llamados a cuidar: ese caso lo vemos en Turismo, donde a alguien de gran importancia le concedieron el uso de 60 metros de playa en Samaná para que desarrolle un proyecto privado. Y esa playa, ¿no es del pueblo?

También vemos que, mientras en mi calle tenemos que buscarnos la vida para darnos un baño por las mañanas puesto que el agua no llega -aunque la pagamos- a causa de unos trabajos que hace la CAASD, hay una secretaria a la que los Bomberos no sólo le limpian el tinaco y la cisterna, sino que después se los llenan de agua.

Y luego el presidente Fernández anuncia que someterá un proyecto de ley para regular el robo de energía eléctrica y denuncia que ese es un negocio en el que están metidas grandes empresas. En lugar de ello, ¿por qué no se somete a los infractores?

Pero además vemos que en Educación callan durante dos años el supuesto robo de trescientas mil raciones del desayuno escolar. ¿Eso no debió denunciarse mucho antes? Bueno, quizás fueron los antecedentes que hicieron que Alejandrina Germán callara: aunque sometió a la antigua directora de Inicial por el “desvío” de cientos de cajas con materiales didácticos, el juicio no ha llegado a nada a pesar de que el cuerpo del delito se encontró en una propiedad de la acusada.

Por otro lado tenemos que soportar que cada día haya más apagones y, como consuelo, nos digan que están estudiando un proyecto para resolver el problema en el año 2012. También que nos hablen de la posibilidad, en un país donde nada se sostiene ni mantiene como es debido, de trabajar con energía nuclear (ay, de nuestras vidas).

Como si eso fuera poco, vemos cómo se le rinde pleitesía al culpable de tanta falta de institucionalidad y de seriedad: al ex presidente Joaquín Balaguer, quien acabó con la escuela y “legalizó” la corrupción. Al final no somos más que un país en el que se habla de intenciones pero lo gasta todo en un metro; y que, por funcionarios, contamos con quienes sólo saben servirse del poder. Definitivamente, aquí nada es lo que es.

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