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En los cursos que dicta la escuela de Hotelería, así como los de Infotep y también de los institutos de ciencias comerciales y universidades para técnicos y otros profesionales, sería muy conveniente que se haga énfasis en la calidad de los servicios que es imprescindible ofrecer a los clientes y al público en general. Es bueno que las instituciones que señalamos dediquen parte del horario destinado al entrenamiento, a educar a las personas que necesariamente tienen que tratar con el público y hacer hincapié en la preparación de los jefes y supervisores, quienes no se toman el más mínimo interés en tratar de que sus dependientes o subordinados atiendan con la debida corrección a aquellas personas que requieren en sus respectivos negocios de los servicios que demandan.
Estos tipos de cursos deberían desarrollarse con más frecuencia, pues necesitamos cada día con más urgencia transformar el ambiente de descortesía, altanería e irrespeto que estamos presenciando en las oficinas, tanto públicas como privadas, en tiendas, cafeterías, comedores, bancos, etc.
Hace algunos años, cuando iniciamos nuestra profesión y aún muchos años antes, el parroquiano era considerado como la persona más importante para el negocio, recuerdo oír de labios de muchos dueños de negocios y jefes de las oficinas públicas, decir “cuando ustedes vean llegar a cualquier persona a este lugar, dejen cuanto estén haciendo y atiéndanlo con prontitud y delicadeza, es nuestro cliente y debe seguir siéndolo”. Hay quienes decían completamente convencidos, lo siguiente: “el cliente siempre tiene la razón” – y no estaban equivocados, pues con cortesía y esmero se evitan problemas, discusiones y palabras descompuestas y las quejas se convierten en agradables arreglos si se convence al cliente, pero cuando no se logra un buen arreglo, por lo menos el cliente no se va totalmente descontento y el dueño podía darse cuenta de que éste tenía la razón.