Porque Santo Domingo se llena de culpables…

Porque Santo Domingo se llena de culpables…

Los dados parecerían saltar para decidir quién es qué. Nada está claro. Los papeles se mezclan y, de repente, cualquiera puede ser lo que sea. Por eso quien fue víctima, hoy es victimario y quien se suponía inocente ha terminado siendo culpable.

Tras leer las noticias de ayer, me quedé pensando en qué mundo vivimos: mientras el Congreso sataniza a  la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) por el trato a conductores y motoristas, yo intentaba olvidar al delivery aquel que hace un par de días venía en vía contraria, sin casco y sin placa, y casi se estampa en mi carro. También recordé a los  conductores que ayer doblaron a la izquierda en la John F. Kennedy y me obligaron a frenar; y a los que provocaron los tapones de media hora al sellar las intersecciones de la Churchill y la Tiradentes.

Vistas las cosas, es obvio que estamos frente a un grave problema: con una ciudad en el quirófano, con las entrañas abiertas esperando que la intervengan antes de que termine de desangrarse, el tránsito se ha caotizado a un punto tal que escapa a las manos de las autoridades. Y la mayoría de la población, sin un ápice de educación, lo complica más: violando las leyes de tránsito, y cometiendo todo tipo de imprudencias, hacen que salir a la calle sea un ejercicio de supervivencia. Mientras, los Amet andan aburridos, sin saber contra quién descargar su impotencia y, en algunos casos, se exceden con quien no deben. ¿Lo peor? Nunca están ahí para ver a los animales  del patio. Por favor, que venga el Chapulín Colorado a salvarnos.

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