Porvenir, Solón y el presente

Porvenir, Solón y el presente

La vida humana es ante todo atenimiento al porvenir, a lo que no ha sucedido y desconocemos si ocurrirá o no. Vivimos hacia adelante con el solo conocimiento de lo de atrás, conocimiento precario que está deformado en mayor o menor medida por los extraños juegos de la mente, que borra, aumenta, disminuye y disfraza.[tend]

Si verdaderamente aprendiéramos de lo vivido por nosotros mismos, de lo sufrido y temido, fuéramos más cautelosos en los pasos que damos, y aunque no nos libraríamos de las incógnitas del futuro, debilitaríamos sus malignidades y modificaríamos en cierta medida sus circunstancias y consecuencias.

Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno, «la carga más pesada» (das schwesgte Gewicht), y uno no puede evadir preguntarse si esta «carga más pesada» constituye una marca flagelante inevitable para los seres humanos.

Recuerda uno que siete siglos a.C., Solón de Atenas estableció una legislación mediante la cual se rescataba a los esclavos por deudas, se prohibía que se diera como garantía de préstamo la libertad, se convirtió en propietarios a muchos agricultores, se limitó la cantidad de terreno que cada ciudadano podía poseer, se fijaron los impuestos según la riqueza de cada habitante y se dividió la población en cuatro clases, de acuerdo a sus posesiones y, por tanto, a los impuestos que pagase. De la primera clase se escogían los miembros del Aerópago, que venía a ser el Senado, que debían ser nobles. Había un tribunal cuyos veredictos eran emitidos por jurados elegidos entre seis mil ciudadanos de buena conducta, procedentes de todas las clases. Hombre realista, despenalizó la prostitución, estableciendo que debía radicarse en zonas limitadas. Cuando tal medida recibió críticas mayormente hipócritas, Solón respondió diciendo que la virtud no consistía en abolir el pecado sino en controlarlo y restringirlo.

Aunque el sistema constitucional de Solón puede llamarse, en conjunto, una «timocracia» o jerarquización de los derechos públicos de acuerdo a su riqueza, la inclusión de los pobres (los Thetes) en el conjunto de las categorías ciudadanas reconocidas, justifica que Solón sea considerado el padre de la democracia ateniense.

[b]Con toda razón.[/b]

Y uno piensa, porque mira y ve, que nuestra justicia no hace honor a su función, que nuestro Congreso (y otros) no están integrados por personas de reconocida probidad, honradez y buena conducta existencial.

Sabemos que existe una esclavitud por deudas, porque los afortunados seres que tienen empleo están obligados a soportar desconsideraciones y salarios que sus empleadores reconocen altamente insuficientes para vivir modestamente, bajo riesgo de quedar sin trabajo y sin ninguna protección estatal, por más impuestos que se paguen. Alegan que si aumentan los salarios deberían despedir multitudes de empleados, y tal vez tengan razón. ¿Y qué es mejor, ganar poco o no ganar nada?

En canto a la jerarquización de los ciudadanos de acuerdo a la riqueza que posean, se trata de algo inevitable, y Solón lo sabía.

Y también estaba enterado de las dificultades de las relaciones entre las distintas clases. Las necesidades, los intereses y las ópticas varían de acuerdo a lo que se posea. Todavía más lejos, varían conforme a los niveles de cultura o sensibilidad. En el aspecto de las posesiones materiales, a veces he lamentado que personas con las cuales me gustaría mantener una amistad de reuniones frecuentes, sean ricas y no esté yo en condiciones de corresponder a sus atenciones con cierta dignidad.

En cuanto a los intereses culturales o sensitivos, no existe tan formidable distancia porque suele tratarse de diversidades de criterios en persecución de un mismo fin.

El caso es que buenas razones tenía Solón.

Y malas razones tenemos hoy nosotros para no adecuar a nuestros tiempos su sabiduría.

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