Post-modernidad y el psiquiatra

Post-modernidad y el psiquiatra

Atendiendo a una gentil invitación del amigo Leonardo Díaz Jáquez participé en su acostumbrada y amena Tertulia de los martes. Diserté con el tema Violencia y delito en República Dominicana.

Tuve la divina suerte de encontrarme allí con el colega y psiquiatra José Miguel Gómez,  a quien leo con frecuencia y que de paso me obsequió su libro titulado «Éxito y agonía en la post-modernidad».  Aproveché un largo viaje directo a la ciudad de Boston para engullir las páginas de tan suculento obsequio. Por considerarlo de interés público compartiré algunas reseñas del texto.

Habla del hombre postmoderno como un ente hedonista cuya existencia se basa en el placer por el y para el placer. Es un ser que sin sentido crítico asume todo lo nuevo, ocasionalista, buscador del éxito banal y momentáneo, pragmático, y cargado de un acomodaticio relativismo ético. Dice José Miguel: “A la post-modernidad no le interesa, ni tiene al ser humano como la prioridad, más bien le interesa el mercado, el consumo, la economía de los grupos financieros, y las economías de servicios, antes de hacer un mercado que le sirva de forma equitativa al ser humano. Y así lo establecen las nuevas políticas económicas, neoliberales y centralizadas en el mercado, como punto de partida para llevarla a un consumidor de pocas habilidades sociales, de pobre actitud y de poco juicio crítico, como para entender y aprender a no competir en la cultura de la prisa, sino llegar hacer su propio protagonismo social”.

Más adelante sigue el Dr. Gómez: “Este nuevo perfil de la ideología pragmática es un hombre sin ideología, sin ideal, pero dotado de las habilidades necesarias para sintonizar con la sociedad, decirles lo que quieren escuchar y permitirles a los grupos dominantes, seguir acumulando el 5% del 80% de los que producen la riqueza; tener un espíritu de recolector y repartidor del Estado-Nación, apoyado en el relativismo ético…Pero desgraciadamente el hombre pragmático y la mujer pragmática se han clonado, y ya no solo existe en la política, ahora lo encontramos en las empresas, en la sociedad civil, en las instituciones, en las familias, en las religiones, en cualquier calle de cualquier ciudad; se ha multiplicado como la semilla más fértil”.

El profesional de la ciencia de la conducta define el perfil del hombre pragmático de la forma siguiente: “Relativiza sus valores. Aborta los ideales y los principios. Sintoniza con la sociedad sin crítica social. Posee habilidades e inteligencia para alcanzar propósitos. Se identifica con el neofilismo social. No asume una ideología. Adopta conducta permisiva, dejar hacer y dejar pasar. Tendencia  al narcisismo en sus actuaciones. Visión ego centrista y personalista.  Ausencia de identidad psicosocial”.

Confieso que nunca había sentido tan corto un viaje largo. ¡Extraña coincidencia! Llegaba a la última página del libro cuando la azafata anunciaba el arribo a la hermosa ciudad de la Nueva Inglaterra. Tuve tiempo para releer la dedicatoria de la obra: “Al profesor Juan Bosch. Un hombre que logró el éxito, la realización y la trascendencia. Sin la agonía, ni la despersonalización, ni el relativismo ético. Por siempre. José Miguel Gómez”.

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