Postmorten suicida en RD

Postmorten suicida en RD

SERGIO SARITA VALDEZ
Es una verdad de Perogrullo decir que hay pocas maneras de nacer, sin embargo, tampoco deja de ser cierto el hecho de que existan miles de puertas de salidas diferentes para abandonar el mundo de los vivos. Las personas generalmente mueren de manera natural, en cambio otras lo hacen de forma violenta, es decir, son víctimas de homicidio, accidentes o de actos suicidas.

Es tarea del patólogo forense el determinar el modo jurídico, así como la causa del deceso de una víctima. Además tiene el forense que establecer la identidad y el tiempo que lleva de fallecido el ahora occiso.

Un especialista en esta rama de las ciencias forenses no se elabora al vapor, ni de la noche a la mañana. Primero tiene que ser médico, luego debe especializarse en anatomía patológica y por último entrenarse en la compleja rama de la patología forense. Dicho facultativo debe capacitarse en las áreas de la toxicología, odontología y antropología forense, entre otras. Todo ello es indispensable para que dicho perito asuma con eficiencia, certeza y seguridad la hermosa pero complicada labor que implica una profunda y detallada autopsia médico legal.

Las reflexiones arriba mencionadas surgen a propósito de la reciente publicación realizada por la editora The University of Chicago Press del libro Postmortem: How Medical Examiners Explain Suspicious Deaths,  escrito por Stefan Timmermans, profesor de sociología de la  Universidad de California. Este inquieto investigador ya tiene en su repertorio dos obras escritas sobre temas médico-legales que son: Muerte súbita,  y,  El mito de la resucitación cardiopulmonar.

La obra versa acerca de las dificultades y tropiezos que aparecen en el camino del experto en patología forense mientras éste se dirige a la meta de establecer fuera de toda duda médica razonable cuándo un fallecimiento corresponde a  un homicidio, suicidio, muerte accidental o natural. Timmermans hace un recuento histórico del desarrollo de las ciencias forenses en los Estados Unidos cubriendo un lapso de largo más de cien años de historia. Ya en una entrega anterior habíamos comentado algunos aspectos del contenido de este interesante ensayo.

Sin embargo, ahora pretendemos referirnos solamente al tema de los suicidios en Norteamérica para compararlo con los acontecidos en la República Dominicana.

Acota Stefan que para clasificar una muerte como de tipo suicida es necesario verificar que el fenecido se causó la muerte con sus propias manos y que lo hizo con la intención de ponerle fin a sus días de existencia. En otras palabras, deben encontrarse evidencias del deseo de matarse del difunto. La intencionalidad  se establece a través de expresiones escritas o verbales testimoniadas por familiares o relacionadas, además de una historia de intentos suicidas previos o enfermedad depresiva u otros trastornos mentales que conllevaran a la fatal decisión.

En muchas ocasiones se observa un rechazo de familiares en aceptar que la víctima haya podido quitarse la vida. La oposición al veredicto tiene múltiples razones que van desde el orden emocional, social, moral, religioso hasta motivos financieros, ya que hay compañías aseguradoras que se niegan a pagar o reducen el monto de una prima de seguros si se comprueba que el occiso se mató. En ocasiones una viuda cargada de hijos ahora huérfanos es la que se acerca al perito forense para implorarle cambiar la categoría de suicidio por el de muerte indeterminada, a fin de que ella pueda cobrar la póliza de seguro que le permita el sostenimiento de la trágicamente desamparada familia.

En lo que va de año 2007, más específicamente de enero a agosto hemos registrado en el Instituto Nacional de Patología Forense un total de 44 casos de suicidio, de los cuales cinco sucedieron en enero, uno en febrero, cuatro en marzo, cinco en abril, diez casos ocurrieron en mayo, solamente se dieron dos en junio, sorprendentemente tuvimos catorce suicidios en el mes de julio, mientras que en lo que va de agosto se han registrado tres tragedias suicidas. Para igual período de tiempo en el año 2006 curiosamente se habían registrado 43 muertes por suicidio, cifra muy similar a las de ahora.

En tanto que en los Estados Unidos los suicidios se ven principalmente en jóvenes y ancianos, asociados a drogas en los primeros y crisis depresivas en los segundos, en la República dominicana se observan en adultos y ancianos casi siempre por motivos pasionales y socio-económicos en adultos y depresiones en los ancianos.

 Los adolescentes norteamericanos usualmente se dan una sobredosis de psicofármacos, mientras que en Dominicana se toman varios sobres de tres pasitos. En Estados Unidos la gente se dispara en la cabeza, sin embargo en Santo Domingo prefieren colocarse una soga alrededor del cuello para luego colgarse.

Seres humanos somos todos pero los suicidas criollos mantienen sus diferencias con sus símiles de la tierra de Ernesto Hemingway.

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