Postular la alternabilidad en el poder no es convincente

Postular la alternabilidad en el poder no es convincente

Algunos teóricos de la política con frecuencia enarbolan la tesis de la alternabilidad frente a determinados sectores como aspecto importante para hacerle frente al partido de gobierno, pero si no lo acompañan de otros argumentos determinantes para lograr éxito en materia electoral, podrían equivocarse, ya que ese es un tema no solo sui géneris, sino difícil como fórmula de convencimiento popular.

La alternabilidad se ha considerado conveniente para el desarrollo democrático, sobre todo en países sin estructuras fuertes y funcionales, como podría decirse que es nuestro caso, pues a pesar de algunos logros alcanzados en aspectos de participación política y democrática, nadie puede afirmar que hemos allanado todos los obstáculos, o que somos una nación institucionalizada.

El aspecto medular radica en que la conveniencia de la alternabilidad como fórmula para evitar la posibilidad de que determinados grupos se entronicen en el poder, hay que desglosarla para que la gente lo entienda, puesto que hay alternabilidad de presidentes al frente del gobierno, aún siendo del mismo partido, y alternabilidad de partido, que son cosas diferentes.

El temor que pudiera anidarse en algunos sectores, en el sentido de que un mismo presidente pueda continuar en el poder por varios períodos consecutivos, es precisamente lo que ha dado como consecuencia leyes que procuran impedir la reelección. Unas, como ocurría hasta hace poco, que establecía que un presidente no podía continuar por más de un periodo, pudiendo hacerlo cuatro años más tarde, y como ahora, luego de la modificación constitucional, que le permite agotar dos períodos consecutivos y nunca más, igual que en los Estados Unidos y otros países, habiendo casos en los que solo se le permite a los presidentes agotar un solo período de gobierno.

Pero en lo que se refiere a la alternabilidad de partidos en el poder, se hace demasiado complicado y cuesta arriba, puesto que no hay fórmula democrática capaz de impedir que un mismo partido pueda ejercer el poder por varios períodos consecutivos. Esa tesis, que algunos podrían sustentarla como medida de esencia democrática, al final resulta antidemocrática, puesto que no hay Congreso con capacidad de legislar en ese sentido.

Porque si bien el PLD da demostraciones de que quiere continuar, o manifiesta alguna tendencia de querer mantenerse en el poder, con o sin reelección, no hacen sino lo que es natural para cualquier partido. Aquí, en los Estados Unidos, América Latina, Europa, Asia y en cualquier otro lado del mundo. Porque la naturaleza y fines de los partidos es gobernar. Por eso, enarbolar el principio de la alternabilidad, podría interpretarse como una demostración de impotencia o incapacidad de vencer al partido de gobierno.

A quienes les corresponde convencer al pueblo, o si lo prefieren a los sectores influyentes, de que conviene un cambio de partido y también de presidente, es precisamente a la oposición. Con acciones, discursos y planteamientos que los hagan merecedores de la confianza de las mayorías, pero que la gente lo entienda. Porque lo otro no se asimila ni convence.

 

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