Potencia moral, ¿qué significa eso?

Potencia moral, ¿qué significa eso?

Hace poco, seguramente consternado por las múltiples denuncias de actos de corrupción, la mayoría relacionadas con su gobierno, al Presidente de la República, doctor Leonel Fernández, se le ocurrió la idea de convocar a expertos internacionales para organizar un singular evento, pomposamente denominado «Iniciativa Participativa Anticorrupción» (IPAC) que analizaría, con sectores representativos de la sociedad civil, el problema de la corrupción, y recomendaría medidas para enfrentar ese flagelo, lo que dejaba entrever, de hecho, una incapacidad manifiesta de percibir su sola existencia o de vislumbrar medidas eficaces para combatirla.

Como era de esperarse, cierta expectativa. Algunos le dieron crédito a esa iniciativa; otros se mostraron escépticos. La vieron como una maniobra para ganar tiempo, entretener a la población y evadir el bulto que se le hacía enormemente pesado. En Participación Ciudadana se examinó el caso. Siendo formalmente invitados, fiel a su política de no rehuir dicho tema en ningún escenario, se debatió y se decidió por asistir al evento, no con mucho entusiasmo. Se nombraron comisiones de trabajo y decidimos mantenemos en vigilia, atentos a sus resultados. No dejaba de causar asombro que siendo asunto tan sonado y analizado por academias y expertos criollos, se tuviera que acudir a organismos internacionales para saber lo ya sabido y recomendar lo tantas veces recomendado.

Pero ese es el estilo presidencial. Lo mismo sucedió con el Metro de Santo Domingo, lo mismo con las consultas populares para la reforma de la Constitución, lo mismo con el diálogo con los empresarios, el caso de la Cementera y los Haitises y así con todo aquello que sea causa de legítima preocupación nacional. Al final el Señor Presidente quita y pone. Desoye lo que no le conviene, favorece lo que persigue, y decide o no decide nada. Así de simple.

Conocidos los consabidos resultados del proyecto IPAC, y sus atinadas recomendaciones, el Presidente, en un discurso improvisado (?), en el acto de presentación del estudio, se desprende con esta perla, digna de antología: Desecha la gravedad del problema. Lo minimiza, y juzga como un hecho aislado, no sistémico, no estructural; de ciertos «individuos que incurren en actos dolosos, de corrupción». Aún así, que se sepa, ninguno de esos individuos ha sido cancelado ni sometido a la Justicia. Algunos son premiados, mientras se almacenan expedientes y auditorías que rebosan la copa de la paciencia y la tolerancia ciudadana.

La reacción no se hizo esperar. De manera unánime, se rechaza tal percepción. Surgen las evidencias contrarias: Se interpreta como una burla más. Un insulto a la inteligencia. Y el Presidente, «donde dije digo, digo diego, se retracta. Muy pobremente. Nadie que viva aquí, en esta tierra nuestra, ignora lo que pasa en materia de corrupción. Nadie debe olvidar que República Dominicana, esa bautizada «Potencia Moral» que ilumina y da lecciones al mundo civilizado, según reza un póster gubernamental que exhiben varios ministerios y dependencias del Estado, ocupa, en el rankig mundial, uno de los peores lugares entre los países más corruptos, para vergüenza de la nación y de sus tristes gobernantes que siguen no viendo más que la paja en el ojo ajeno.

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