Hace algunos años se estableció como requisito curricular para los estudiantes que laboraran en programas de reforestación desarrollados por el Gobierno y entidades privadas.
No sabemos por cuáles causas ese requisito ha sido descontinuado, a pesar de que muchas zonas del país necesitan reforestación.
Nos llega el tema al recuerdo a propósito de una información de primera plana en la edición de ayer de este diario, dando cuenta de que estudiantes de medicina de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) han estado vacunando casa por casa y repartiendo folletos con material preventivo sobre varias enfermedades.
Parece ser que solo contingencias como la deforestación de hace unos años y las secuelas sanitarias dejadas por Noel, como la leptopirosis y el dengue, son las únicas causas que nos llevan a aprovechar el tremendo potencial de los estudiantes.
Se nos ocurre que muchos de nuestros problemas sociales podrían ser aliviados y hasta resueltos, si se aprovechara permanentemente el potencial de los estudiantes para labores de bien comunitario.
Aún fuera de contingencias como las perturbaciones meteorológicas destructivas como Noel, muchas familias requieren apoyo especial para resolver problemas comunitarios que no están en condiciones de resolver por sus medios.
Bajo una correcta supervisión, los estudiantes podrían trabajar en el saneamiento de sectores marginados, servir como monitores para prevenir problemas sanitarios o peligros estructurales de viviendas.
Estos servicios comunitarios, que deben ser diseñados bajo coordinación de las autoridades y las universidades, formarían parte de las asignaturas correspondientes a estudiantes de medicina, ingeniería, arquitectura y otras ramas profesionales.
Sería una forma de permitir que los estudiantes pongan en práctica en tiempo real los conocimientos que van adquiriendo y de que las comunidades perciban el beneficio de esos conocimientos.
Es una ocurrencia que nos nace a partir de la tarea que desempeñaron hace algunos años muchos estudiantes que ayudaron en labores de reforestación, o más recientemente en la vacunación.
Hay que seguir con esto más allá de las contingencias.
Buena iniciativa
El Gobierno ha exonerado del pago del ITBIS al bacalao y el arenque.
Una razón para hacerlo es que son productos perdurables que no requieren refrigeración y que, debido a los daños provocados por Noel, son de mucha demanda por parte de la población.
Otra razón es que esos productos se han estado encareciendo en la medida en que se valorizan el euro y el dólar canadiense, monedas propias de las regiones de donde se importa arenque y bacalao.
Ha sido una decisión atinada que podría ser proyectada hacia otros productos de gran demanda afectados por altos aranceles e impuestos al consumo.
Debido a que las alzas del petróleo influyen negativamente en el poder adquisitivo de la gente, es necesario que el Gobierno actúe para compensar esa pérdida de capacidad de compra, y atenuar así un problema social bastante preocupante.
Siempre que no se afecte a productores locales, hay que aliviar la presión tributaria sobre renglones de ese tipo.