Prácticas de higienización

Prácticas de higienización

PEDRO GIL ITURBIDES
Creo haberles contado que éramos muchachos cuando una guaguita anunciadora llamó a una presentación de películas en la parte alta de la José Reyes. La capital tenía pocos vehículos por aquellos años, y una calle podía cerrarse sin ocasionar inconvenientes. En la bruma de mis recuerdos encuentro el gentío de aquella imprecisa noche en que fueron presentados unos muñequitos, una película de mexicana de inconsolables amores, y… lo que en realidad deseaban ofrecer al público: unas películas sobre limpieza bucal y sobre el paludismo.

El escenario ha desaparecido, aunque la confluencia norte de las calles José Reyes y Jacinto de la Concha sigue en su lugar. En ese espacio asfaltado que las actuales generaciones contemplan, hubo en los años de mi niñez una simplísima plazoletita constituida por un triángulo de cemento cuyo centro era hierba mala. Al costado oeste de esta placita, en lo que es o fue en ese tramo la calle José Reyes, colocaron las sillas plegables. Las personas mayores tuvieron la preferencia en cuanto a los asientos, y el muchacherío se acomodó como pudo.

¿Cuántas veces, en dónde y con qué motivos se repitió aquella presentación? No podría decirlo, aunque tiempos después, en tanto me hallaba en una bodega de mi padre en Piedra Blanca de Haina, escuché una guaguita anunciando esta presentación. No asistimos a la misma, pues al atardecer retornamos a la capital. Pero no he podido olvidar este esfuerzo por transmitir a un pueblo de ancestral incuria, adecuados modelos de prevención sanitaria e higiene personal y social.

Hoy tenemos a nuestro alcance medios de comunicación social que multiplican ventajosamente el esfuerzo de aquellos años. Entonces era preciso cerrar un trecho de calle. Colocar sillas en ese espacio. Trasladar un vehículo cerrado con equipos proyectores y pantallas al lugar en que se cumpliría la obra de difusión. Y llamar a los potenciales interesados por medio de una de aquellas entonces populares guaguitas anunciadoras. Ahora disfrutamos atractivos diarios, impresos a color. Contamos, en adición a éstos, con cadenas de radio y televisión que cubren el territorio de la República desde un lado al otro.

La carencia anda por los lados de las políticas públicas destinadas a cimentar o modificar hábitos de vida. Es probable que en aquellos días se proyectaran y ejecutasen, con las limitaciones de los tiempos, acciones como las descritas. O como aquellas otras, no mencionadas, de las visitas de promotores que desinfectaban viviendas, bajo supervisión regular. Por estos años, en cambio, reaccionamos en vez de accionar, muestra fiel de que las iniciativas son efecto de cuanto acontece, y no parte de políticas pre-diseñadas. Y esta conducta, personal e institucional, es la que tenemos que cambiar.

Admito que se han producido desde la Secretaría de Estado de Salud Pública y Asistencia Social programas de vacunación preventiva contra determinadas enfermedades epidémicas. Y Bautista Rojas parece tener el sentido de manejo, y la disposición, para enfrentar los retos de ese departamento. Pero el sustrato de lo que ocupa la atención del país no anda por los lados de vacunaciones. Lo que juzgamos, y en buena medida aconsejamos, es este retorno a campañas permanentes que habitúen a la gente a prácticas de higiene y salubridad.

La leptospirosis es sobre todo un padecimiento debido a la carencia de estos hábitos. Nuestros abuelos, que desconocían raticidas e insecticidas, montaban las llamadas piñas de maíz como un mecanismo de protección a las cosechas de este cereal. Su intrincada estructura, y la cobertura de la misma, impedía a los roedores penetrar este panal. Unas barbacoas construidas con el yaguasil, protegían tubérculos y otros víveres de la predación de ratones. Por supuesto, tenían un horizonte de vida inferior al de las actuales generaciones, y padecían enfermedades por las que fallecían sin que se supiesen las causas. Por ser modernos, empero, perdimos aquellas primitivas formas de defensa, y, gran parte de nuestra población, no se encuentra en condiciones de asumir medios de protección contra los ratones. Y sus travesuras.

Es por ello que iniciativas permanentes, dirigidas a crear hábitos de higiene, deben estar entre los trabajos de los gobiernos del país.

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