PRD, cabezas duras

PRD, cabezas duras

No escribo este artículo con el objetivo de que la gota siga dando en la misma piedra. Las críticas al PRD abundan y es doloroso para ese partido seguir sangrando por la misma herida.

Pero el PRD es una institución muy importante en la vida política dominicana para dejar que se ahonde en el conflicto y se dirija al choque y al desmembramiento.

Cuando el PRD perdió las elecciones de 1986, le tomó 14 años retomarlo. Volvió en el 2000 y su estadía fue efímera: un solo período. Estos hechos deberían ser suficientes para gestar un ejercicio de profunda reflexión política. Pero no lo hacen. Son cabezas duras.

Sucede que el PRD siempre ha vivido dormido en sus laureles, bajo el argumento de que ha sido el principal partido de masas, y que sus fracasos electorales se deben a fraudes.

Es cierto que en la confrontación con Joaquín Balaguer de los años 1960 y 1970, el fraude mermó considerablemente sus posibilidades electorales. Es cierto también que en 1990 y 1994, Balaguer ejecutó su habitual fraude.

Pero en las otras elecciones, el fraude no es la explicación fundamental de los fracasos perredeístas. Las causas hay que buscarlas en el PRD.

Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez fueron maestros de la política dominicana por distintas razones.

Bosch por su capacidad didáctica y organizativa. Fundó dos partidos que fomentaron el liberalismo político y sirvieron de contrapeso al neotrujillismo. Balaguer por su maestría en llegar al poder por cualquier medio, y gobernar con el apoyo irrestricto de la franja conservadora dominicana. Peña Gómez por su capacidad de movilizar las masas.

Los tres se formaron en la teoría y la práctica política. Balaguer monopolizó el poder gubernamental, Bosch y Peña Gómez el sentimiento de oposición y la ilusión democrática.

El caudillismo y el personalismo de Balaguer son claves para entender el colapso del PRSC poco después de su muerte, y el reformismo es hoy una pequeña recua que arrea Leonel Fernández.

En su transformación política conservadora, el PLD ha ocupado el espacio del reformismo, y por eso ascendió meteóricamente en el plano electoral. Leonel Fernández conjuga la formación política y la disciplina organizativa que le ha permitido hegemonizar el liderazgo en el peledeísmo, y eso incentivó a los líderes del conservadurismo dominicano a montarse en su vagón político.

El PRD, desde su llegada al poder en 1978, no ha logrado asumir su misión histórica de forjar el liberalismo político. Peña Gómez mantuvo la ilusión, pero después de su muerte, no ha surgido un liderazgo que retome con credibilidad ese proyecto.

Hipólito Mejía encarnó el clientelismo caótico que aplacó las tendencias perredeístas, pero produjo un alto nivel de incertidumbre económica.

Miguel Vargas ha encarnado un proyecto conservador que no tiene sustento en el liberalismo político que forjó el PRD. Además, los sectores conservadores ya están enfilados con Leonel Fernández, quien les resulta más rentable.

Después de la derrota del pasado 16 de mayo, el PRD se enfrenta a la difícil tarea de reorganizarse y redefinir su liderazgo. La posibilidad de grandes confrontaciones es alta y no se vislumbra un liderazgo atractivo capaz de redimensionar el partido desde el liberalismo político.

Antes de seguir en un tira y jala, deberían encerrarse varios meses a determinar dónde está su nicho electoral, y quién tiene mayores posibilidades de impulsar un liderazgo político creíble y capaz de construir una mayoría electoral. Si no lo hacen, pasarán mucho tiempo fuera del poder, y corren el riesgo de sufrir una desintegración similar al PRSC.

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