PRD: Preso en su red

PRD: Preso en su red

LAUREANO GUERRERO
Hace un tiempo aprendí que una de las cosas más difíciles en los seres humanos es lograr desterrar sus viejos hábitos. Nada más cierto. Los tradicionales dirigentes del Partido Revolucionario, aunque hoy están envejeciendo, desde su primera juventud no conocieron más que el lado victorioso de su organización política.

Y no podía ser de otra manera, un partido que primero fuera fundado y dirigido por el profesor Juan Bosch, y más tarde por el doctor José Francisco Peña Gómez y como si fuera poco su único adversario en el espectro político nacional lo fue durante décadas al Partido Reformista Social Cristiano, el cual cargaba el lastre de los funestos gobiernos de los doce años, tenía que ser una institución que necesariamente contara con el favor de la inmensa mayoría en las peores de las circunstancias, como una manera de mantener la “esperanza nacional”.

Pero los principales dirigentes perredeístas se han quedado estáticos en el tiempo y parecería que no advirtieron la constitución y el avance arrollador de una organización moderna llamada Partido de la Liberación Dominicana, tampoco se dieron cuenta de la desaparición física de los tres principales líderes políticos nacionales, ni tampoco repararon en el hecho de que de un tiempo a esta parte la simpatía política de la mayoría de nuestros ciudadanos se expresa de acuerdo al rendimiento de los partidos políticos cuando les toca administrar el Estado.

Sí señor, aquella pasión febril que otrora mantuvieron los dirigentes perredeístas por las transformaciones sociales, por los avances institucionales y la modernidad ha quedado atrás para dar paso a los proyectos individuales, a las aspiraciones desmedidas, a la indisciplina y al caos.

Como no se tiene un proyecto de nación ni tampoco una dirección de hacia dónde conducirnos, los perredeístas tienen que vivir de anécdotas y de acuerdos revolucionarios, evocan su heroísmo y el arrojo de su militancia en las luchas que forjaron nuestra democracia en los años que siguieron a la dictadura Trujillista.

De eso viven, sin resignarse nunca jamás a que el pueblo de hoy ya no es el de ayer y que tan solo tiene compromiso con su presente y su futuro, no con el pasado.

Es por esa falta de conocimientos que los dirigentes perredeístas se resisten a admitir su derrota electoral del pasado 16 de mayo y llegan, en su afán desesperado junto a los comentaristas que pertenecen a su circuito, a efectuar acusaciones tremendistas y absurdas como la de que fueron militarizados los recintos electorales o la supuesta complicidad de los jueces de la Junta Central Electoral con el Gobierno (¿había visto?) y las pestes y maldiciones que les lanzan tanto al Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, lo mismo que a monseñor Agripino Núñez Collado, por tan solo éstos coincidir con el reclamo nacional de rapidez, transparencia y equidad por parte de los organismos electorales.

Pero lo peor que puede sucederle al PRD, más allá de su desgracia, es no enfrentar su realidad con dignidad y valor. Debe hacerse un examen de conciencia, ser autocrítico y desandar sus pasos.

Continuar en la misma dirección de maldecir instituciones y personalidades, de culpar a los demás de su derrota, con la cual no se logra más que confundir al pueblo y engañarse así mismo, sólo servirá para mantenerse preso en su propia red.

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