PRD:  Rupturas, burocratismos y fallidas estrategias

PRD:  Rupturas, burocratismos y fallidas estrategias

Ahora  que la resaca electoral comienza a producir sus efectos lacerantes al interior de aquellas formaciones políticas que como el PRD  despertaron ilusiones a las bases acerca de un supuesto triunfo, vale la pena  ajustar  cuentas  con una estrategia de partido que ha cosechado tres derrotas electorales consecutivas.

Hurgar en las  profundas raíces sociopolíticas de este fenómeno que ha conducido a que el partido de las grandes mayorías nacionales pase a ocupar un segundo lugar en las preferencias de la población, es una tarea de todo militante no conformista.

La celebración de un Seminario-Taller donde el PRD, en este mes de julio analizará algunos de estos problemas, es una correcta iniciativa que debería culminar con un Congreso definitorio de Programa, metas de modernización interna y la adopción de una táctica política realista.

Lo primero es destruir de raíz el mito de que el PRD perdió las pasadas elecciones porque los recursos del Estado fueron utilizados y condicionaron la derrota. Esta política de Estado, aunque ciertamente jugó un papel importante, evidentemente no fue  decisiva, sino un complejo conjunto de circunstancias acumuladas.

Las diferentes encuestas, las internas y las externas, reflejaban lo que en el país profundo estaba ocurriendo y percibido por los analistas: una declinación del PRD en las grandes urbes, en sus nichos tradicionales (trabajadores, chiriperos, clase media baja, jóvenes y mujeres).

¿Qué había pasado? La respuesta la encontramos en tres elementos básicos que   erosionaron la vinculación  del partido con el pueblo. En primer lugar, ruptura con su base popular, en segundo lugar, burocratismo e inmobilismo  de los organismos, incapaces de sintonizarse con los cambios experimentados a nivel económico y social, y  en tercer lugar, estrategias electorales erradas. Conclusión: nos divorciamos de los electores y fuimos perdiendo confianza en sectores muy importantes, particularmente de la clase media.

En vida de Peña Gómez, el PRD reflejaba admirablemente la simbiosis entre una dirección de centroizquierda (que Peña físicamente lo representaba, no solamente por sus orígenes, sino, esencialmente, por su conducta política) y una sociedad medularmente pobre, desposeída, que se veía reflejada en el líder perredeísta.

En esas coyunturas, la sociedad política dominicana estaba dividida en dos: liberales y conservadores, partidarios del orden y apóstoles del populismo. En esas décadas (1962-2002) tres caudillos representaron la época: Bosch, Peña  y Balaguer.

Pero, la sociedad cambió. Y ahora, la manzana está dividida en tres, cuatro o cinco pedazos. La sociedad dominicana se diversificó, se complicó socialmente.

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