Precaver siempre valdrá la pena

Precaver siempre valdrá la pena

La tormenta Isaac abandonó las coordenadas geográficas donde estamos enclavados, sin provocar los estragos que los pronósticos meteorológicos advertían. Como es natural, las  predicciones  siempre estuvieron  basadas en las magnitudes y proyecciones que desde su nacimiento caracterizaron a esta perturbación climatológica.

No está al alcance del hombre dominar las variables que determinan el comportamiento de estos fenómenos y, por tanto, debemos conformarnos con manejar meras aproximaciones.

 Pero el hecho de que Isaac haya torcido su rumbo no significa bajo ningún concepto que haya pasado el peligro. Todavía existe el riesgo de que las trazas nubosas de la tormenta arrojen abundantes lluvias sobre el territorio nacional. Eso obliga a mantener activas muchas de las medidas de prevención adoptadas para evitar o mitigar eventuales desastres.  Personal y logística, voluntad de servicio, refugios y todo lo demás debe continuar  sincronizado para actuar oportunamente.

La población debe continuar atenta a las informaciones oficiales sobre las condiciones del tiempo. Es preciso mantenerse alerta para actuar ante lluvias torrenciales y otras condiciones anormales. La prevención nunca está de más, ni siquiera en el caso de que, como ahora, la amenaza principal se haya disipado. Precaver es el  mejor  remedio.

Asignatura  pendiente

Los controles sobre el comportamiento de los internos en las cárceles no están todo lo afinados que deberían estar. Es frecuente que gente imputada de delitos criminales dirija operaciones ilícitas  desde prisión, valiéndose de celulares y otras tecnologías. El caso más reciente es el del recluso  Enmanuel Brito González, quien según la Policía operaba desde la Cárcel 15 de Azua un grupo que  extorsionaba bajo amenaza de muerte a través del  teléfono y otros medios electrónicos, y estafaba bancos, comercios y  ciudadanos.

Se ha dicho y repetido que está prohibido tener celulares en  la cárcel, pero Brito González poseía seis móviles y nada menos que 28 tarjetas Sim para efectuar sus operaciones. Esto solo es posible bajo complicidad o descuido extremo de las autoridades de la cárcel, y el interno acusado de dirigir el grupo malhechor es solo una pieza de la trama. La investigación debe ser profunda.

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