Precedente peligroso

Precedente peligroso

UBI RIVAS
Fue el popularísimo cantautor vernáculo de merengue Ñico Lora quien compuso el famoso merengue Hatillo Palma, en homenaje pasional a Heroína, hija de Secundino Peguero, y cuyo hijo Fello Cruz, nonagenario, aún reside allí, y puso ese lugar en el conocimiento de todos, con sus coplas que empiezan así:

“Allá, allá por Hatillo Palma,
donde nacen tantas flores
donde vive Heroína, la dueña de mis amores”…

Hatillo Palma se prendó del ánimo y la memoria nacional desde la inspiración del maestro singularísimo a su soñada Dulcinea, y varias generaciones bailamos su música y alegramos las fiestas de antaño, no tanto las de hogaño.

Ahora, el día nueve del presente mes, Hatillo Palma volvió a cobrar vigencia en la atención nacional cuando un nacional haitiano, de los más de un millón ilegales que residen en nuestro país y ninguna autoridad corrige el peligro, asesinó a machetazos a la señora Maritza Núñez, hiriendo de gravedad a su esposo Domingo Antonio Luna, con intención de robarles en su colmado Luna.

Los lugareños de Hatillo Palma, una aldea insertada en el trayecto al borde de la carretera Duarte, en la Línea Noroeste, persiguieron a todos los nacionales haitianos y los expulsaron de su localidad, y la rápida intervención de las autoridades policiales y la guardia evitó percances mayores.

Cientos de nacionales haitianos residentes en Hatillo Palma fueron rápidamente trasladados hacia la frontera, arrestándose a 150 de ellos para investigarlos en relación a los hechos de sangre referidos.

Fincas y casas de todos los contornos de Hatillo Palma fueron recorridos por los lugareños en busca de haitianos con el propósito de ajustarles cuentas, es decir, ejercer la justicia por sus propias manos, algo peligroso, indebido y que no es posible permitir.

Empero, el suceso de Hatillo Palma pudiera convertirse en el precedente preocupante para que ciudadanos dominicanos inicien redadas sin la autorización legal, contra nacionales haitianos en casi su absoluta mayoría ilegales, indocumentados.

No pocos han vuelto el pensamiento hacia los episodios harto cuestionables de octubre de 1937, cuando el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo dispuso en Montecristi, en la residencia de doña Isabel Máyer, la persecución y eliminación de nacionales haitianos que residían, como ahora, por millares en nuestro país sin documentación alguna, en lo que la historia conoce como “el corte parejo”, en la que perdieron la vida unos cinco mil haitianos.

El generalísimo Trujillo ciertamente “limpió” al país de haitianos, aunque permitía el ingreso deunos cuantos miles para que le cortaran la caña de sus 12 ingenios y formalizó en 1956 un pacto con su homólogo haitiano Francois (Papa Doc) Duvalier para esos propósitos, que retornaban a su país una vez concluida la zafra.

Pero con el desborde de la autoridad, el orden y el respeto que se inició con el ajusticiamiento del déspota, empezaron los nacionales haitianos a pesar la frontera y paulatinamente quedarse en nuestro lado hasta convertirse hoy en uno de los mayores problemas que confronta el país y los gobiernos sin autoridad que no acometen el peligroso caso de invasión pacífica que amenaza eclipsar nuestra soberanía, si es que ya no está irremisible e irremediablemente eclipsada, colapsada, fusionada, liquidada.

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