Precio arroz indigna mujeres

Precio arroz indigna mujeres

Cientos de amas de casa que acudieron ayer al supermercado ubicado en la sede principal del Instituto de Estabilización de Precios (INESPRE) con la esperanza de conseguir arroz a siete pesos la libra, se encontraron con que el cereal costaba RD$12.00 y solo vendían 15 libras.

«Eso es una estafa, ellos subieron el arroz hoy», argumentó una señora que además se quejaba porque los militares dejaban entrar a quienes querían, irrespetando el orden y la fila.

Estas mujeres, que en algunos casos pasaron hasta siete horas en fila para buscar el cereal que el gobierno afirma que se vende a siete pesos, no ocultaban su enojo.

Para algunas mujeres, que llegaron después de recorrer algunos mercados populares, esto era muy duro. «Queremos que pongan más puestos. Estamos pasando mucho trabajo; yo vine aquí desde las seis de la mañana y no he podido comprar. Salí de Sabana Perdida a las cinco de la mañana, fui a la Feria Ganadera. De ahí vine para acá y veo que los que llegan de último salen primero», sostuvo Yolanda Mieses.

Gritando, diciendo cosas casi ininteligibles, amas de casa de todas las edades se agolpaban en una fila que parecía eterna. Todas, con palabras y frases diversas, tenían la misma inquietud: a pesar de la espera, se llevarían muy poco arroz; tres fundas, de cinco libras cada una, es lo que puede comprar cada cliente.

«Para servir a todo el mundo tiene que ser así, si no, no alcanza. Cada gente puede llevarse tres fundas de arroz y dos de habichuelas, de cebollas y de papas», dijo Julián Ramos, empleado del supermercado.

En torno al precio del arroz, no fue posible hallar una versión oficial. El encargado no estaba allí, por lo que sólo se pudo recoger la información que dio un empleado que declinó ofrecer su identidad: la diferencia de precio se debe a que el local es un supermercado y no un mercado. En los mercados de productores, estimó, se vende más barato porque son otras las condiciones.

El cambio de precios fue duro para muchas personas. «Yo vine con 200 pesos a ver si podía conseguir una librita de arroz y me encuentro con que está más caro; llegué bien temprano, aguantando sol y agua, y no he podido entrar. Es muriéndonos del hambre que estamos», manifestó una señora de cerca de cuarenta años. Al borde de las lágrimas, a pesar de que no quiso identificarse, sostuvo que el arroz está demasiado caro en los colmados.

[b]LUCHANDO POR EL ARROZ[/b]

La desesperación estaba latente en los pasillos del INESPRE. Con productos tan diversos como bebidas alcohólicas o latas de vegetales en las góndolas, la atención se centraba únicamente en el producto clave: el arroz.

Ubicado a la derecha de la entrada del negocio, el espacio en el que está el arroz es el más concurrido. La gente, con las emociones desbordadas, esperaba el cereal como si fuera su tabla de salvación.

Aunque parezca mentira, nadie puede imaginar las escenas que se viven ahí cuando alguno de los empleados sale del almacén con un saco lleno de fundas de arroz -de cinco libras cada una-: golpes, insultos y forcejeos se mezclan para poder alzarse con algo de arroz. ¿El resultado? Muchas bolsas se rompen y el arroz se desparrama sobre una lona que ha sido puesta, estratégicamente, para evitar que el cereal ruede libremente por el suelo.

«Es el hambre que hace estas cosas», manifestó una joven mientras esperaba que otro muchacho saliera con más arroz. Detrás de ella, sin desesperarse, algunas personas decidían rellenar las fundas que quedaban tiradas. Después, con sumo cuidado, las cerraban con una tirita de plástico. Al llegar a la caja, sin embargo, se encontraban con una dura realidad: nadie les cobraría las fundas porque no estaban selladas.

Nueva vez a hacer fila, a esperar y matarse para conseguir tres fundas de arroz. Al menos, como ya estaban dentro del establecimiento, no les tocaría mojarse y secarse en una fila que parecía no terminar.

«Yo estoy aquí desde las cuatro y ahora cerca de las doce es que he podido entrar a ver si encuentro dos funditas de arroz», se quejó Olga Santana, residente en San Cristóbal. Sus palabras son la mejor forma de ilustrar la situación.

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