Precisiones acerca de los nuevos
premios de la Fundación Corripio

Precisiones acerca de los nuevos <BR>premios de la Fundación Corripio

DIÓGENES CÉSPEDES
Una conversación con Don Pepín Corripio me permitió plantearle algunas preguntas en torno a los nuevos premios creados por la Fundación que lleva su apellido, en razón de que me surgieron dudas en el artículo del miércoles pasado publicado en este mismo medio. La primera duda que me asaltó, producto del anuncio de la creación de los nuevos premios, fue si estos venían a sumarse al ya consolidado Premio Nacional de Literatura que por decreto presidencial y reglamento otorgan conjuntamente la Fundación Corripio y la Secretaría de Estado de Cultura. Don Pepín me despejó, y con eso a mis lectores, la duda que me surgiera. El Premio Nacional de Literatura permanece como galardón aparte, independiente de los nuevos premios de la Fundación y cada concurso tiene su propio reglamento, forma de elegir el jurado, fecha de entrega de candidaturas y fecha de entrega de la presea.

Los nuevos premios creados por la Fundación Corripio pertenecen única y exclusivamente a este ente cultural y el Estado nada tiene que ver con tales galardones, contrariamente al caso del Premio Nacional de Literatura.

Las grandes obras -y estos nuevos premios lo son- comienzan siempre con premura e incertidumbres, pero a medida que pasa un concurso y otro se afinan las bases, se aclaran dudas, se mejoran los jurados y se precisan fines, misión y metas. Eso ocurrirá con estos nuevos premios hasta que se consoliden. Así han surgido numerosos premios que gozan hoy de reconocido prestigio internacional, otorgados por fundaciones extranjeras en materia de música, artes, literatura, ciencias naturales y sociales.

Como se está, y muy urgido, en los preparativos de estos nuevos premios cuya fecha límite de entrega de candidaturas termina el 1 de octubre, con anuncio de los galardonados el 31 del mismo mes, será para el próximo concurso en el 2008 cuando se atarán los cabos sueltos. Deberá aclararse, como es de estilo pero que no se dice en las bases, que las obras rechazadas por el Jurado de Selección, serán devueltas a sus propietarios. También deberá precisarse, pues no lo dicen dichas bases, si las obras pictóricas y musicales premiadas pasan a ser propiedad de la Fundación Corripio.

La experiencia en esta materia es que en los concursos de pintura, verbigracia bancos, León Jimenes, etc., las obras premiadas pasan a ser propiedad de los patrocinadores. Pero esto, menos que las partituras de obras musicales premiadas, plantea un inconveniente. La obra musical es libre y escapa a su aprisionamiento privado. No así la obra pictórica, de la cual existe un único ejemplar.

Releeré la ley que determina qué es un patrimonio nacional. Pues si se tuviera un Estado nacional, aunque las obras pictóricas, musicales o de otra categoría premiadas en estos tipos de concursos fueran pertenencia de las fundaciones, museos, universidades y galerías privadas, un estatuto legal racional y eficiente, sin anomia y sin enajenación prevería que tales obras forman parte del patrimonio nacional, es decir, de la cultura dominicana, y no podrían ser vendidas a extranjeros o nacionales.

De la misma manera que el Cardenal López Rodríguez, jefe de la Iglesia, o el cuerpo colectivo llamado Episcopado Dominicano no pueden, ni individual ni colectivamente, vender la Catedral, el Convento o Las Mercedes, porque estos templos son propiedad del patrimonio nacional, aunque el usufructo de tales riquezas arquitectónicas lo posea nuestra curia. Asimismo, si no lo son, deberían ser patrimonio nacional, las obras de artistas dominicanos, especialmente la pintura y demás géneros de las artes plásticas, que pertenecen a organizaciones educativas, culturales y financieras del sector privado, conforme a concursos públicos. Ha sido de esta manera cómo Europa y los Estados Unidos han forjado su patrimonio artístico y cultural nacional y la ley castiga severamente el robo de obras de arte o su trasiego ilegal. La política internacional que regula esos patrimonios artísticos y culturales se encamina a devolver a cada Estado las obras que por guerras, robos, trasiego, delitos y otras contingencias han pasado de su país original a otro extranjero.

Si no adoptamos estas providencias no tendremos nada que ofrecernos a nosotros mismos ni al mundo. De lo contrario, seremos siempre un país, un pueblo con el rostro amorfo y sin especificidad política y cultural.

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