Precursores de libertad y democracia

Precursores de libertad y democracia

La gesta iniciada hace hoy 50 años con el aterrizaje en Constanza de 54  patriotas y seis días después con el desembarco de otros 96 por Maimón y 48 por Estero Hondo en la costa norte, para totalizar 198 luchadores por la libertad, es uno de los capítulos más gloriosos y sin duda la mayor ofrenda colectiva y heroica  de la historia dominicana.

A 50 años de aquellos acontecimientos no deberíamos clasificar a sus protagonistas entre dominicanos y extranjeros, como algunos persisten en hacer. A estas alturas los 47 expedicionarios participantes originarios de Cuba, Venezuela, Puerto Rico, España, Estados Unidos y Guatemala, deberían haber sido declarados oficialmente como dominicanos por heroica y consciente opción de solidaridad, más meritoria que la simple circunstancia del lugar de nacimiento.

Todos ellos, los dominicanos de origen o de opción, sabían perfectamente que venían a enfrentar la peor tiranía de la historia latinoamericana, basada justamente en un ejército y un aparato de seguridad desproporcionados para las dimensiones del país y hasta de la región, por donde dejaron un reguero de amores paternos, conyugales y filiales.

Heroico fue el aterrizaje de Constanza y el combate en las montañas de la cordillera Central, donde apenas sobrevivieron seis luchadores, pero más aún el de los 144 patriotas de la expedición marítima, exterminados todos. Estos, tras casi una semana de infortunada navegación se vieron condenados a la inmolación por haber perdido el factor sorpresa,  pero aún conscientes de esto, se negaron a dejar solos a los combatientes de Constanza y culminaron su misión histórica.

Desde el punto de vista estrictamente militar la expedición del 14 y 20 de junio de 1959 fue un gran infortunio. Tras el sorpresivo y exitoso aterrizaje y desembarco en la base militar de la cordillera, se produjeron dos errores fundamentales, el abandono de la mochila del comandante Delio Gómez Ochoa, con documentos que alertaron sobre el inminente desembarco marítimo, y la accidental división en dos grupos de los combatientes.

A su vez la errática navegación de las lanchas Carmen Elsa y Tínima, que retrasó 6 días el desembarco de casi las tres cuartas partes de los expedicionarios, permitió a la tiranía enfrentar solamente a la cuarta parte durante la primera semana, a la vez que tendió un cerco marítimo y costero para esperar a la mayoría, que fue virtualmente masacrada desde que tocó la tierra amada.

Aún con tales infortunios todavía sacude el espíritu el leer las historias de esta gesta, por el heroísmo y la valentía con que aquella “raza inmortal” se enfrentó a  miles de soldados y decenas de aviones, tanques, bombas de todas las dimensiones, en batallas desproporcionadas que aún así duraron un mes. Peor porque la población nacional, férreamente sojuzgada y aterrorizada, no estuvo en capacidad de ofrecer solidaridad a los patriotas y por el contrario fueron muchos los que impulsados por la ignorancia y la alienación delataron, entregaron y persiguieron a los luchadores.

 El bombardeo masivo que no distinguió casuchas ni campesinos, el asesinato artero y bestial de prisioneros, las torturas y vejámenes sin límites ejecutados incluso en la principal academia militar de la tiranía son manchas indelebles y eternamente  lacerantes de la conciencia nacional. No se puede olvidar que más de un centenar de los expedicionarios fueron capturados vivos, exterminados absolutamente los marítimos, y que sólo 6 de los aéreos pudieron sobrevivir, más bien para ser mostrados como trofeos y pretender beneficios geopolíticos en el contexto de la guerra fría exacerbada por el triunfo meses antes de la revolución cubana.

Los luchadores de Constanza, Maimón y Estero Hondo no vieron el éxito perseguido, pero fueron sembradores que regaron son sangre el surco infinito de la patria, para que floreciera una nueva conciencia, encendiendo “la llama augusta de la libertad”. Fue un inmenso sacrificio colectivo emulando en la historia nacional la dignidad y valor espartano del Paso de las Termópilas.

Su indiscutible éxito fue que ese sacrificio sacudió la conciencia nacional y multiplicó la resistencia interna organizada, sacudió la indiferencia y complicidad de importantes sectores sociales, religiosos y hasta militares, que hicieron posible la emergencia del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, la instalación en el país del Movimiento Popular Dominicano y la orquestación de movimiento 30 de Mayo que finalmente liquidaría la tiranía.

Los héroes de Junio merecen todos los honores y reconocimientos como precursores de la libertad y la democracia.  Hagámoslo antes que se marchen los tres que aún sobreviven, Poncio Pou Saleta, Delio Gómez Ochoa y Mayobanex Vargas. Ellos representan una inmensa legión de héroes y mártires, cuya mayor honra será no dar tregua en  la lucha por la nación libre, de auténticas instituciones democráticas y de justicia social, por la que dieron la vida.  

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