Predicadores evangélicos del parque Duarte

Predicadores evangélicos del parque Duarte

Se ajusta a la Constitución y la Ley, la acción de orden público ejecutada por el Ayuntamiento de Santiago al expulsar del Parque Duarte a ese predicador que por más de 10 años generaba contaminación sónica. Ese incumbente y seguidores que muchas veces le acompañan generan una masiva polución del aire por encima de los 65 decibeles.
El artículo 45 de la Constitución impone que el Estado garantice la libertad de conciencia y de cultos, “siempre y cuando se cumplan las leyes y haya sujeción al orden público y respeto a las buenas costumbres”. No entendemos el plan pastoral de la iglesia evangélica dado que de diez parques del centro histórico, se elige el parque Duarte, cuando sabemos que el parque Plaza Valerio es una zona rosa repleta de infieles y paganos en comercios, prostíbulos y burdeles.
Ahí se genera una real epidemia de contaminación auditiva. Un nivel de ruido que afecta la salud de la ciudadanía que visita el parque y disfruta de su ecosistema. El artículo 5 de la Ley 287-05 también sanciona cualquier ruido que moleste a la ciudadanía aunque se encuentre en los decibeles tolerables.
El ministro de Medio Ambiente, Frank Moya, en 2003 hizo aprobar la Norma para la Protección contra Ruidos NA-RU-001-03, cuya transgresión debe ser sancionada vía los mecanismos judiciales consignados en la Ley 64-00. Su artículo 174 “declara como criminal ambiental todo aquel que culposa o dolosamente por acción u omisión, transgreda las normas”; incurre en delito contra el ambiente y, por tanto responderá de conformidad a las mismas. Antes que la Ley se impone la prudencia recomendada por Baltasar Gracián desde el 1647. La conducta ciudadana en un mundo conflictivo debe ser cuidadosa.
Tenemos la impresión que a esos pre dicadores no les interesa el buen mensaje religioso, sino pregonar un ácido recado contra la Iglesia Católica. Amedrentar la feligresía piadosa que asiste a las celebraciones de la Catedral y amilanar a religiosos y ciudadanos que concurren al Arzobispado. Con más de 100 decibeles de sonido atroz, reprenden, atacan, tachan y retan a los creyentes que asisten al templo católico más importante del Cibao. La emprenden contra un conjunto de preceptos; adversan beatos, santos y apóstoles.
Los predicadores evangélicos del Parque Duarte de Santiago tienen todo el derecho de divulgar lo que ellos entienden es la palabra santa, pero no tienen licencia para contaminar el ambiente con megáfonos y altavoces, manejándose sin la debida prudencia en un entorno que impone solemnidad y decoro.

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