Predicar con el ejemplo

Predicar con el ejemplo

HAMLET HERMANN
Estaría dispuesto a comerme todos los mangos de Baní con tal de entender la lógica de algunos funcionarios públicos. Cada vez que trato de adivinarlos, resulta que terminan haciendo lo contrario de lo que espero. Se han convertido en nudillistas que lanzan la bola pero no saben exactamente dónde va a caer.

El sábado pasado los titulares periodísticos anunciaban que el Secretario de Hacienda consideraba que “el precio del petróleo representa un problema muy serio para el país”. Genial descubrimiento del funcionario. En la búsqueda de una solución al encarecimiento de los derivados del petróleo, el ministro Vicente Bengoa considera que un viaje a Venezuela esta misma semana resolvería el problema. Iría a tratar de que la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) “aligere la carga financiera a través del acuerdo Petrocaribe”. Otra genialidad que ilustra mejor esa lógica, contradictoria consigo misma. Estamos contra la pared y los más altos funcionarios se comportan como si creyeran que todas las soluciones se encuentran fuera del país. Olvidan aposta que no es necesario cruzar el río para beber de su agua.

Ante ese despliegue de razonamientos debe preguntársele: ¿habrá alguien en ese ministerio que haya oído hablar de lo que es el ahorro? ¿Por qué piensan primero en seguir desperdiciando petróleo y no se privilegia la racionalización de los recursos consumiendo menos? Los dominicanos nada pueden hacer para frenar el encarecimiento del petróleo ni para detener la constante devaluación del dólar estadounidense. Entonces, extraña que no se le haya ocurrido a Bengoa pensar que el primer paso a dar sea el de economizar recursos y limitar el evidente despilfarro. Si es imposible frenar el alza de los precios y limitar la devaluación del dólar, sólo nos queda un camino: ahorrar.

Ahora bien, ¿cómo se ahorra? Siendo más eficiente en todo lo que se hace. No basta con guardar por una semana las “jeepetas todo terreno” en la casa de veraneo ni apagando los acondicionadores de la oficina durante las noches. El ahorro se pone en vigor cuando los jefes predican con el ejemplo. Hasta ahora las autoridades han simulado una y otra vez que están interesados en frenar el despilfarro. Eso sí, apenas simulan porque resolución que toman periódicamente para ahorrar combustibles, resolución que es olvidada en pocos días. Podría hacerse una larga lista de los horarios de venta de combustible, los techos de diversos colores para los carros públicos, las limitaciones para el uso de los vehículos oficiales, los apagones financieros y así sucesivamente, la simulación nunca termina.

Los planes turísticos del ministro de Hacienda llevan a pensar que el gobierno prefiere seguir provocando un aumento del gasto de combustible y no una limitación racional de éste. No en balde de los impuestos aplicados a los combustibles salen los fondos para pagar la deuda externa. Y estos gravámenes sólo tienen pasaje de ida dejando pingües beneficios a empresarios y funcionarios. Más valiente sería también obligar a los ricos que financian a su Partido a que paguen la factura eléctrica como debía ser y no permitirles que sean los mayores desfalcadores de la producción eléctrica nacional. Pero atenuar los impactos negativos que produce este tipo de crisis en la economía de cada ciudadano no parece que esté en la agenda oficial.

Ahora que el presidente Hugo Chávez anticipa que el precio del petróleo alcanzará los cien dólares estadounidenses por barril en el futuro inmediato.

Ahora que el gurú Alan Greenspan afirma en sus memorias que la razón de ser de la invasión y el mantenimiento de la guerra en Irak fue y es el petróleo.

Ahora que Henry Kissinger afirma en el Washington Post que el control de los yacimientos petrolíferos del Oriente Medio determinará si la agresión contra Irán tiene lugar en la política a corto plazo de Estados Unidos.

Ahora que suceden tantas cosas que están fuera de nuestro alcance corregir o siquiera atenuar, sería más conveniente que el ministro de Hacienda dejara de inventar viajes al exterior y se dedicara, con su propio ejemplo, a implantar una real política de ahorro. El problema es interno, todo está en acabar con el despilfarro que, desgraciadamente, está patrocinado por los que debían ser los mayores ahorradores.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas