Predicción de terremotos

Predicción de terremotos

El sismo que ocurrió en Puerto Príncipe el pasado 12 de enero del 2010, clasificó alrededor de 6.5/7 grados en la escala Richter, el que solmenó al país en 1946, según vimos en Terremotos, irradió unas 50 veces más energía. En aquella ocasión, puede decirse que no causó daños de consideración, con excepción de en la provincia “Julia Molina”, en Nagua y sus alrededores. El Santo Domingo de hoy es una historia diferente, se proyecta verticalmente con edificaciones construidas con vigas, columnas y paredes de bloques de hormigón que no agregan rigidez a la construcción. En 1946, los pocos edificios multipisos eran de vigas, columnas y paredes de hormigón armado, tanto las exteriores como las interiores. Los más altos alcanzaban unos 25 metros; eran pocos.

La diferencia en las edificaciones en todo el país, la construcción en áreas con suelos de mala calidad o con cavernas rellenadas, sobre los que se han montado torres de 60 hasta más de 100 metros de altura, el relajamiento del control de calidad durante el proceso de construcción, la dudosa aplicación de métodos efectivos de cálculo estructural en algunos casos, conforman un panorama muy diferente al que existía previo a 1946. En consecuencia, irradiar la energía equivalente a enormes toneladas de dinamita en cualesquiera de las grandes ciudades dominicanas, muy especialmente en Santo Domingo y Santiago, puede causar enormes destrozos y pérdidas de vida.

En este cuadro de cosas, sería inmensamente importante poder predecir la ocurrencia de un seísmo. Si pudiéramos decir: en fecha tal tendrá lugar uno de 8 grados en la escala Richter, salvaríamos muchas vidas.

Desafortunadamente, los sismos son menos predecibles que la muerte.

Sólo una vez en California, donde un grupo de científicos del California Institute of Technology equipó y estudió los movimientos de las placas vecinas durante un tiempo considerable. Ese grupo de expertos, usando los más sofisticados y sensibles aparatos de la época, pudo prever que ocurriría uno de consideración entre los meses tal y cual. No convencidos de la predicción hecha, porque no pudo puntualizar la fecha, abandonaron esos métodos y ahora prueban otros, todavía sin éxito. Los sismos siguen impredecibles, sólo en líneas generales podemos hacer ciertas afirmaciones que no resuelven el problema particular.

Por ejemplo: En el país de probabilidad de que uno de 8 grados ocurra, es mayor en el norte de la isla, ¿por qué? Pues porque en esa falla se han generado los más grandes. Pero aun esto no es seguro, el reciente de Haití nació en una falla aparentemente nueva o desconocida. Puesto que las investigaciones para predecir los sismos con nuevas técnicas determinísticas no han tenido éxito hasta el momento, técnicos dominicanos se han sucumbido, incorrectamente, a la tentación de usar probabilidades para predecirlos.

Ante el dilema: muertes y destrucción versus predicción, y, privados de ésta, no queda más remedio que estar siempre preparados para lo que suceda, la prédica de varias religiones ante la muerte. ¿Cuál es la forma de estar preparado frente a un gran terremoto? Las fórmulas nos la enseñan ciudades en Japón, California, Chile y México. En Santiago de Chile viví en dos ocasiones sismos 6.1 y 6.5 en la escala Richter, una en lo alto del hotel y otra en un restaurante y no ocurrieron daños; la gente ni se alarmó. Algo similar me sucedió varias veces en Pasadena, California. Hace unas semanas, sucedió un 8.9 grados en Japón; los comentarios de extranjeros fueron que la gente se mantuvo calmada y todos sabían qué hacer. Así se evitó un desastre mayor en una catástrofe ya extraordinaria. A los daños del terremoto, se suman el terrible efecto del tsunami y la complicación con una termonuclear, combinación verdaderamente única e increíblemente lamentable.

¿Qué puede hacer el país? Para comenzar, determinar el riesgo país, cosa que no sería muy difícil pues sabemos que en el norte han sucedido terremotos 8.1 grados en la escala Richter y copiar lo que tienen los Estados Unidos de América que han dividido su territorio en zonas de categorías sísmicas, el código antisísmico en California es más estricto que el de Illinois, por ejemplo. Segundo, comparar nuestro código con los existentes en los países mencionados, sea de acuerdo a las zonas de riesgo sísmico o para todo el país; esto tampoco es muy difícil pues esos códigos se consiguen con facilidad.

Tercero, proponer para las diferentes zonas de riesgo sísmico o para todo el país, de acuerdo a la calidad del suelo, métodos de cálculo y tecnologías de fundación. Cuarto, copiar y adaptar las metodologías existentes de evaluar y reforzar las edificaciones que lo necesiten.

Quinto, hacer una programación para cubrir el país en una evaluación que comience con las zonas sísmicas de mayor riesgo. Sexto, poner a disposición de la ciudadanía, propietarios, préstamos que les permitan financiar las remediaciones.

Dos cosas son seguras, por caro que resulte este programa, será más económico que lamentar, y, lo propuesto en el párrafo precedente puede mejorarse.

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