Premeditación criminal e interrogantes

Premeditación criminal e interrogantes

SERGIO SARITA VALDEZ
Hasta hace poco la generalidad de los homicidios en la República Dominicana eran el resultado de circunstancias en que tras una acalorada discusión se sacaban a relucir machetes, cuchillos y puñales, seguido de un gran derramamiento de sangre con un balance final de muertos y heridos en la trifulca.

Podría decirse que la media poblacional dominicana aún mantiene como costumbre el uso de la violencia física para resolver conflictos  familiares y personales. Sin embargo, en la última década, y más específicamente, a partir del inicio del presente milenio, se nota un incremento en el uso del arma de fuego como sustituta de los instrumentos cortantes o punzo-cortantes.       

Por encima del ochenta por ciento de las muertes por homicidio, investigadas durante el primer cuatrimestre de 2005 en el Instituto Nacional de Patología Forense, correspondieron a heridas por arma fuego, casi todas en jóvenes masculinos que oscilaban entre las edades de 17 y 35 años. Muchos de estos casos fueron el resultado fatal de los denominados intercambios de disparos con fuerzas policiales.

Sin embargo, la razón que motiva el presente trabajo es la de concienciar a la ciudadanía, y muy en especial a los investigadores forenses, acerca de lo frecuente que se  está tornando el modelo de crimen premeditado, en cuya ejecución participan varios individuos, amen de la tendencia a trasladar el cadáver a sitios distantes del lugar en donde se llevó a cabo el hecho de sangre, con la finalidad de ocultar el cadáver y de esa forma  dificultar la identificación de la persona y la determinación de la causa y la manera del deceso. Ilustremos esta apreciación con un caso real ocurrido al final de la primera semana de mayo de 2005.

Siendo las tres y quince minutos de la tarde del día 7 de mayo de 2005 se recibió en la morgue de Patología Forense el cuerpo sin vida de un sujeto desconocido de tez clara, que medía 1.74 metros y cuyo peso estaba por encima de las 200 libras, con edad estimada por encima de los 35 años. El infortunado fue encontrado en tempranas horas de la mañana del mismo día por moradores del sector Bayona, en una finca, en la cercanía de la urbanización Riveras de Haina, en Santo Domingo Oeste.

Presentaba el occiso múltiples heridas por arma blanca tipo puñal tanto en pecho como en el abdomen y costado izquierdo. Además mostraba lesiones similares en el brazo izquierdo y la cadera derecha. Las estocadas les fueron inferidas a través de la ropa que incluía una camisa lisa manga corta manchada de sangre y un pantalón de fuerte azul.

Tenía en el cuello y en la cara signos de estrangulamiento con un objeto tipo correa. Una de las heridas en el tórax  que penetró el corazón a través del ventrículo izquierdo hubiese sido suficiente para causar la muerte, ya que hizo que el hoy difunto se desangrara internamente. Aparte de estas lesiones graves la víctima evidenciaba abrasiones o raspaduras, tipo arrastre, en el abdomen, hemitorax izquierdo y hemicara del mismo lado. Ambas muñecas de las manos contenían profundos surcos y estaban atadas con un fuerte cordón.

El fallecido correspondió a un oficial de la fuerza aérea venezolana que había desaparecido la noche del viernes 6 de mayo de 2005. Nuestra interpretación era que este individuo había sido dominado por más de una persona y que luego fue sometido a torturantes lesiones no mortales de comienzo, para luego concluir el asesinato con estocadas que aseguraran el no retorno a la vida de la víctima. El traslado y posterior ocultamiento del cadáver indican el intento de escape a las responsabilidades del crimen por parte de los actores del asesinato.

Alguien se preguntará, ¿por qué no se usó un arma de fuego en este caso tal cual viene sucediendo últimamente? El sadismo combinado con el interés de obtener cierta información del sujeto reducido al mínimo en su defensa, harían del arma de fuego un instrumento muy rápido en la acción de acabar con la vida del retenido.

¿Qué interés en prolongar la torturante agonía del oficial fenecido había en estos endemoniados homicidas? ¿Por qué tanta saña y necesidad de ocultar el cadáver?

No precipitarnos en las conclusiones sería lo más aconsejable y prudente.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas