Premiada autora de género erótico

Premiada autora de género erótico

ÁNGELA PEÑA
Laureada, reconocida, premiada con la simpatía popular que agotó  dos ediciones de  “El callejón de las flores”, querida por amigos incondicionales, admirada por discípulos agradecidos, sin aprietos económicos porque el Estado tomó en cuenta sus años de servicio en la administración pública, Ligia Minaya, la escritora de temas eróticos, sensuales y sociales, vendió sus bienes, recogió sus libros y obras de arte y se marchó.

 Está en Santo Domingo “recargando las pilas” porque aunque de  Estados Unidos le satisface el orden, la organización, la seguridad que disfruta en su entorno, extraña antiguas amistades, lugares que han dejado huellas en su memoria, a Moca, donde vio por primera vez la luz y donde sus padres, Dámaso Minaya y Ligia Belliard, duermen el sueño eterno.

 “Mi vida  no es la misma, aquí escribía, pero salía, estaba en mi ambiente, aquí nací, me crié, me hacen falta amigos para conversar. Allá vamos a museos, al cine, exposiciones, conciertos, pero los viejos árboles no se trasplantan, ya tenía mi vida hecha aquí”.  Sin embargo, cuando su hijo Otto Vantroi Perozo le comunicó que le haría residencia aceptó sin reparos. Aparte de que se siente  “una madraza” con ese único retoño al que después del divorcio le confiaron la tutela de su pequeño, a Ligia se le hacía difícil soportar la situación delincuencial, violenta, del país.

 Su alma, su pensamiento, empero, están en su terruño y sus ojos se despiertan a buscar ansiosos las noticias de su Patria y a escribir comentarios al pie de cada opinión o reseña. Viene dos veces al año, como ahora, y en abril, para La Feria del Libro. Quizá para ese segundo viaje esté lista la obra que prepara sobre esta nueva experiencia de su vida de ausente, contemplada para ser escrita desde que fue citada para analizarla y extraerle sangre en una clínica local, hasta que le dieron su “Green card” y se fue y pasó por la detención en Migración.

 Jamás imaginó que esa residencia que tantos anhelan sin esperanza, a ella le saldría ¡en un día! El calvario fue el viaje, la llegada al aeropuerto, después, la  soledad en Colorado, donde reside, y desde donde transmitirá esta especial vivencia con el título “Cartas desde Denver”.

 “Puedes vivir en un vecindario por muchos años, ir a la misma tienda y ver cada día la misma cajera, caminar por el parque junto a mucha gente pero sólo un “Hi” por cortesía. Las personas viven encerradas  sin otra comunicación que la televisión o un perro.  No se permite gritar aunque te duela ni decir una malapalabra aunque quieras maldecir a Vicente y otros veinte. Cuando voy al hospital y tienen que inyectarme, cosa a la que tengo terror, grito, y todo el mundo se asoma a ver qué pasa”.

 Norteamérica, agrega, no es lo que se cree. “Ir de vacaciones es una maravilla porque es bellísimo, cuidado en lo máximo, hay problemas como en todas partes del mundo, pero los delincuentes viven en su sitio,  que es lo que no está sucediendo aquí, ya no, ese tigueraje ha bajado y se ha apoderado de todo. Aquí no hay lugar donde no viva un tíguere”, nanifiesta.

La autora de “Palabras de mujer” quiere echar raíces en Denver, Colorado, por “la dificultad que cada vez encuentro en ver a mis amigos y amigas de aquí. Muchos se han mudado y no sé su dirección, ni siquiera su teléfono, además de que los celulares cambian de número como se cambia de ropa interior.

Otros han  muerto, algunas amigas han cambiado tanto que no tenemos nada en común. Y el país también se transforma: encuentras un edificio de doce niveles donde hace un año había una casa solariega. Y como dijo Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.

 Es por eso, añade, “que me aferro a una tierra que nunca será mía, una gente que no entiendo ni me entiende, una forma de ser y de pensar muy diferente a la mía. Es como si estuviera casada con uno y viviendo con otro. Pero allá me ha tocado vivir…”

 Fue muchos años maestra de primaria en la escuela “Juan Crisóstomo Estrella”.

 Al graduarse ejerció  “chiripiando”, “consiguiendo casitos”, hasta que fue nombrada asistente del fiscal del Distrito Nacional, Julio Ibarra Ríos. Trasladada luego a San Pedro de Macorís como juez de la Cuarta Cámara Penal, se desempeñó posteriormente como profesora de criminología  y directora del departamento de Orientación Jurídica de la PUCMM. Consciente de que al Derecho le faltaba práctica, creó cursos de Procedimiento Penal, Criminología y oratoria que impartía en el Museo de Historia y Geografía junto a otros abogados de prestigio.

 Fue consultora jurídica de Medio Ambiente, Fasaco,  Liga Municipal, Seguros San Rafael, articulista del  vespertino Ultima Hora, donde también dirigía la página de cultura.

 Galardonada originalmente en concursos de “Casa de Teatro” con los cuentos “No lo hice por maldad”,  “Un abuelo impropio” y “Llanto de cactus en la noche interminable”, basado en la matanza de haitianos de 1937, mereció después el Premio Nacional de Literatura con “El callejón de las Flores”.

 Huérfana desde los seis meses, fue la consentida de abuelos y tíos.

 Psicóloga, un poco socióloga y muy erótica, atributos que se advierten en  “Cuando me asalta el recuerdo de ti”, tiene lista una historia novelada: “Mi corazón tiembla en las sombras”, sobre Palma Sola y Liborio.

 La intelectual que trasluce ser mujer de mundo dice no querer ya un hombre “ni para tisana”. Hace suya una cita de Liza Minnelli: “Sé escoger mis amigos pero no a los hombres”. No cree que haya amado ni la hayan querido mucho. “Han sido relaciones”. Pero no la ha abandonado la sensualidad, confiesa.

 “Esa cualidad es como el color de la piel o de los ojos, no se deja nunca. Me encanta tocar la textura de la seda, una piel suave, verme reflejada en unos ojos que me aman, sentir una mirada y unas manos que me acarician, y sobre todo, un abrazo, la más completa expresión del amor. Se tocan dos cuerpos, se siente el aliento de la carne y la tibieza de la sangre, pero de ahí a tener un hombre a mi lado para siempre, tendría que pensarlo. Un hombre roba mucho tiempo y demanda demasiada atención, algo que a estas alturas no estoy dispuesta a dar. Con los años me he centrado en mí…”

 Agrega que siempre se ha mimado, pero ahora más, y que tendría que encontrar un hombre muy a su medida y sus deseos para apostar a una nueva vida junto a él, “y los hombres de mi edad, querida Ángela, no buscan mujeres de mi edad. Además, para vivir a plenitud, no necesito un hombre a mi lado, sé vivir y siempre lo he sabido. La pasión no se pierde con los años, pero con los años cada vez más se es más selectivo”.

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