Grandes compañías tecnológicas están imponiendo sus intereses sobre el criterio académico en el desarrollo de la inteligencia artificial, lo cual podría tener consecuencias éticas negativas en la sociedad del futuro.
Se cuestiona que los intereses comerciales de un reducido grupo de grandes compañías tecnológicas tengan una participación tan predominante en el desarrollo de la inteligencia artificial, que será decisiva en campos tan serios como la medicina, las guerras, el trabajo o incluso las relaciones humanas.
Un informe reciente de la Asociación de Investigación Informática de EE UU sobre el futuro de la inteligencia artificial asegura que «aunque la mayoría de las tecnologías subyacentes a estas bases de conocimiento se desarrollaron originalmente en el mundo académico, las universidades tienen acceso limitado o nulo a estos recursos y no tienen medios para desarrollar otros equivalentes» (PDF). Además, critica que se desarrollan «para respaldar los intereses comerciales de las empresas que los crearon, como los resultados de búsquedas y la colocación de anuncios».
Apple, Google, Facebook, Microsoft y Amazon han adquirido casi sesenta compañías especializadas y han invertido en más de ciento veinte en los últimos siete años (de 2015 a 2018 el ritmo de creación de estas startups ha crecido un 118%). Una de ellas es DeepMind, que nació de los laboratorios de la University College de Londres antes de ser adquirida por Google en 2014 por 500 millones de dólares.
«El dominio de las compañías con intereses comerciales es muy grande, el impacto de sus millones de dólares está definiendo este campo con una gran asimetría», critica Nuria Oliver, que formó parte del primer grupo de sabios del gobierno español en inteligencia artificial, «y no es una situación positiva, el impacto de sus millones de dólares está definiendo este campo con una gran asimetría.»
«El dinero manda», advierte Miguel Ángel Carreira-Perpiñán, especialista en machine learning (aprendizaje automático) de la Universidad de California en Merced. «La empresa se centra en proyectos a corto plazo relacionados con productos: Amazon lo mismo te mata un proyecto de investigación porque de un año para otro ya no le interesa, cuando en la universidad estamos centrados en problemas serios o profundos de machine learning que no se resuelven de un día para otro», resume. «Ahora mismo la mayor parte de los investigadores están en manos del sector privado. Está claro que eso va a marcar el paso», lamenta.
Se cuestiona que un campo científico tan determinante como la inteligencia artificial puede estar volcado excesivamente en los intereses comerciales de estos negocios. Como dijo un antiguo jefe de datos de Facebook: “Las mejores mentes de mi generación se dedican a pensar cómo hacer que la gente pinche en anuncios”, indica una publicación del diario español El País.
«Lo que ha sucedido en los últimos años es un éxodo de grupos enteros a laboratorios de empresas tecnológicas», afirma Nuria Oliver, que formó parte del primer grupo de sabios del gobierno español en inteligencia artificial. En enero de 2015, desaparecieron de golpe más de 50 especialistas en robótica de la Universidad Carnegie Mellon, pionera en inteligencia artificial, incluidos directores de departamentos: habían fichado casi en bloque por Uber para desarrollar el cerebro de sus coches autónomos.
Acceso limitado
Un informe reciente de la Asociación de Investigación Informática de EE UU sobre el futuro de la inteligencia artificial asegura que «aunque la mayoría de las tecnologías subyacentes a estas bases de conocimiento se desarrollaron originalmente en el mundo académico, las universidades tienen acceso limitado o nulo a estos recursos y no tienen medios para desarrollar otros equivalentes» (PDF).