Preocupa

Preocupa

Una ojeada superficial a la prensa de papel, digital, escuchar radio, ver televisión, demuestran la difícil situación social que vivimos.

Por un lado, unos pocos, poquísimos, que constituyen el grupo de quienes viven a plenitud, sin problemas económicos, de salud o apremios de algún género.

Preocupa la mayoría de ciudadanos que carece de todo: casa, trabajo, salud, educación. Esa mayoría sólo tiene segura la inseguridad de amanecer con hambre, sin posibilidad de acudir a un centro de salud donde sea atendida debidamente, vivir en un lugar donde llueve adentro y escampa afuera, mujer, hijos, nietos, todos arrinconados en cinco o diez metros cuadrados.

Preocupa que esa mayoría viva en lugares donde nunca hubo otro estilo de vida que el impuesto por pandilleros, matasiete, narcotraficantes, asaltantes, asesinos a sueldo quienes campean por su irrespeto a toda ley, a toda orden, a todo principio ético.

Preocupa que esa mayoría no tenga agua corriente y potable en sus casas, que el servicio de electricidad le sea prestado por un vecino que trabajó una vez en la Corporación de Electricidad y ahora se dedica a conectarse de cualquier alambre y uno no sabe si cobra o no cobra por sus gestiones, dato que se pierde cuando el “electricista” o el beneficiario de sus esfuerzos se electrocuta al abrir una nevera o al conectar un radio. Preocupa que las niñas del barrio, tan hijas de sus padres como las de usted, crezcan dentro de un ambiente donde la promiscuidad que vive dentro de las cuatro paredes de sus casas, les enseñe, desde su nacimiento, que de noche, cuando los niños duermen, los suspiros, la respiración entrecortada, las caricias mudas que resuenan en el hogar, son el único escape posible, que la única diversión y expansión de los mayores, es el sexo que condena a la repetición de un ciclo de vida indeseable.

Preocupa que cada día más gente huya del campo a engrosar los barrios periféricos, los barrios marginados, porque no tiene ninguna posibilidad de conseguir vivir aunque precariamente, como “viven” en la ciudad.

Preocupa cómo aumenta el porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan, víctimas, muchos de ellos, de aquella sentencia maldita, pero cierta, que reza: los vagos no inventan nada bueno.

Mientras eso ocurre, en el campo de la minoría, cada vez más pequeña, más concentrada, la mayoría ve cómo vive la minoría mínima, entre mansiones, aire acondicionado, automóviles de gran lujo salidos de las películas de James Bond.

Preocupa que mientras tanto, mientras se prepara el festín, la mayoría se queda oliendo donde guisan.

Hay gente de la mayoría ciega, sorda y engreída, que piensa que los más están conformes. ¿Qué pasará el día que la mayoría despierte? Preocupa eso.

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