Preocupación

Preocupación

Siempre soy optimista. Hemos salido de peores situaciones; uno no  debe desmayar ante las dificultades, la actitud y la acción positivas contribuyen  al éxito.

Confío en las fuerzas inacabables de la sociedad. Apuesto y apostaré a que  mañana será mejor día, si somos capaces de construirlo con un planeamiento adecuado y una ejecución certera.

Estoy convencido de que con trabajo, en la hora más aciaga, cuando todo parece estar perdido, un rayo de luz se montará sobre la esperanza y producirá los cambios por los cuales se lucha desde hace tiempo.

Si el barco hace agua, hay que calafatearlo; si se rompe el palo mayor, un mástil servirá para sustituirlo, si las velas se rasgan y no contribuyen a la navegación, los remos y un timón improvisado contribuirán a evitar el naufragio.

Por supuesto, para llegar a puerto se necesitan muchas acciones bien dirigidas y realizadas en el tiempo preciso.

Salvo que no se navegue a la deriva, mientras unos mantienen el control de los botes salvavidas, si se tiene un destino cierto, la nave llegará.

Es preciso, siempre, que el barco tenga una tripulación que conozca el papel que le toca jugar en cada área, en cada momento, ante cada situación sea o no de emergencia.

Es necesario que quienes conducen la nave tengan el conocimiento para dirigirla bien y el coraje para hacer frente a cualquier situación difícil, cualquier situación de emergencia.

Si la nave hace agua hay que saberla achicar.

Si se rompen las velas hay que tener una alternativa para avanzar.

Si la brújula pierde el norte hay saber leer las estrellas para llevar la nave por el derrotero y llegar a buen puerto.

El mejor capitán es el que sabe dirigir, no mandar, el que escucha, no ladra, el que sabe modificar el rumbo para enfrentar la tormenta y luego recuperar el tiempo perdido.

De poco valen los sabios y los magistrados, los doctores y los ingenieros, si a la hora de tomar las decisiones actúan como un conjunto de elefantes en una vitrina estrecha.  

No sé a quien debo dar las gracias por lo bien que está el país.

Mamá me enseñó a ser agradecido, solidario, reconocer los valores ajenos y cumplir con mis deberes para acrecentar la herencia espiritual de la familia.

Cuando le pregunto a uno u otro de mis amigos a quién agradecer la bonancible situación nacional, me responden con esta interrogante: ¿y es pa’lante que vamos?

El capitán y los oficiales están en cubierta disfrutando de la “dolce vita”, descubrieron con Buñuel “el discreto encanto de la burguesía”. ¡Qué pena!

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