En Haití, tres meses despuués de la elección de Michel Martelly como presidente, sigue rigiendo el fraccionamiento. Dos fuerzas -una encarnada por el Ejecutivo y otra por el Congreso- mantienen una rivalidad que impide recomponer la institucionalidad. El 21 de junio, la Cámara de Diputados rechazó al empresario Daniel Rouzier, propuesto por Martelly como primer ministro, y el 2 de este mes los senadores objetaron a Bernard Gousse para la misma posición.
La comunidad internacional está preocupada por Haití. La República Dominicana tiene motivos más que suficientes para estarlo también. La desunión en Haití impide la reconstrucción y agrava los problemas sociales y económicos. La inversión local y extranjera no fluye en ambientes inestables, enrarecidos por la desconfianza. Y Martelly, por su escasa experiencia política, luce abrumado por los problemas.
Como resultado de todo, se han prolongado por más tiempo del que fuera prudente las huellas de la catástrofe provocada por el terremoto. Las condiciones de vida parecen ancladas en el panorama de los primeros días posteriores al sismo. Probablemente ha influido en esto la poca sinceridad de la comunidad internacional, que prometió demasiado y ha dado muy poco. Pero más que eso, preocupa la incapacidad de los propios haitianos para comprender que lo que más les conviene es entenderse.
Arrabal en torno a la UASD
Los propietarios de inmuebles de las inmediaciones de la UASD están viviendo el drama de la desvalorización de sus propiedades.
La causa es la irresponsabilidad oficial que ha permitido la arrabalización del entorno universitario. Entre el populismo y el clientelismo han convertido en derecho adquirido para parqueos y tarantines las áreas comunes, isletas y aceras. Por este desastre la Junta de Vecinos de la Zona Universitaria ha pegado el grito al cielo.
Una de sus quejas es que algunas vías, como la avenida Correa y Cidrón, han sido convertidas en pistas de carrera de transportistas que se disputan los pasajeros. La falta de semáforos empeora las condiciones de circulación en la zona.
La situación es desesperante para quienes ven desvalorizadas sus propiedades por la arrabalización y el desorden.