Preocupación por la isla

Preocupación por la isla

La República Dominicana y Haití comparten una bella isla, cuya ubicación geográfica atrae el interés de inversionistas locales y extranjeros y del turismo, sobre todo en la parte Este.

Esta isla tiene una historia política que recoge importantes episodios, algunos de estos funestos, otros victoriosos, habiendo alcanzado la parte dominicana su bien conquistado status democrático, y desgraciadamente la otra parte, todavía se debate en las luchas políticas internas por liberarse de los remanentes de dictadura, autoritarismo, paternalismo, junto al deplorable estado de pobreza que no le abandona. La presente situación de crisis en que se encuentra la República Dominicana y los acontecimientos que se vienen originando en Haití, indistintamente, deben llamar a preocupación por lo que pudiera acontecer en la Isla. Es cierto que se trata de dos naciones distintas, «emparentadas» por la vecindad geográfica, pero no menos cierto es que los hechos violentos que se verifican de aquel lado pueden tener repercución en este lado, sobre todo en el marco de la coyuntura política y social aunque con características distintas en ambas partes.

Lo que ocurre en Haití es muy lamentable y debe preocupar profundamente a las autoridades y al pueblo dominicano. Las escenas de una violencia sanguinaria están encaminando a la sociedad haitiana hacia una guerra civil; y ese cuadro contrasta mucho con la situación en nuestro país, que aunque pasamos ya el borde de la desesperación por las consecuencias de la crisis que vivimos, nuestra idiosincracia no nos permite llegar a los extremos del tipo de agresividad y de violencia que nuestros vecinos. Contrasta también y de manera muy especial con el proceso en que políticamente nos encontramos, en la antesala de unas elecciones presidenciales, para la que sólo faltan tres meses. Que solo baste el ejemplo de los dos soldados dominicanos que murieron el pasado sabado 14 en la frontera con Haití, al ser atacados por desconocidos. Es un hecho que debe invitar la atención de las autoridades de ambas partes tanto para su esclarecimiento como para que acciones similares no vuelvan a repetirse. Las relaciones entre República Dominicana y Haití desde sus respectivos procesos independentistas y posterior establecimiento de relaciones diplomáticas pese a que han parecido siempre cordiales, han estado acompañadas de algún matiz que las mantiene en la mesa de discusiones, porque no se ha conseguido superar el soterrado y enfermiso pro haitianismo de unos y anti haitianismo de otros que en sus momentos salen a flote; lo que no ha facilitado de manera clara y precisa definir las reglas del juego entre dos naciones independientes que están obligadas a «vivir juntas» (por aquellos de compartir la Isla) pero «no reburujadas»; tampoco enemigas. Por eso hoy muchos cuestionan la presencia en Haití de Guy Philipe, el ex comisario de la policia de ese país que estaba refugiado en tierras dominicanas con todas las garantías de nuestras autoridades de que dicho señor no era un peligro para el gobierno de Haití. Hoy, ese mismo señor aparece en su país según reseña la prensa al mando de una banda armada anunciando que a finales de este mes de febrero, tomará la capital haitiana. Otro caso más de nuestra preocupación. ¿O no es así?

Ya comenzó a anunciarse el envío de fuerzas de Paz, por parte de Francia; tal parece que los Estados Unidos por el momento no quieren tener velas en ese entierro, dado su posición respecto de Jean Bertrand Aristide y su pretención de quedarse en el poder a como de lugar. Ojalá que realmente sean fuerzas de paz las que lleguen y el tiempo y la convulsa situación de Haití no obligue al envío de fuerzas interventoras. Si esto ocurriera, ¿cuál sería nuestro futuro inmediato? En eso debemos de colaborar como nación. Haití es un país con poca suerte en lo que a su desarrollo social, económico y político se refiere; y diríamos que hasta cultural. La situación de ese país ha ocupado muchas de las agendas de importantes foros regionales; y tal parece que a la comunidad internacional le ha llamado poco su atención la extrema pobreza de este pueblo y su estado de estancamiento político; cuando se ha respirado un poco de paz, emergen las más arbitrarias e interesadas contradiciones; en su centenario como nación no ha podido merecer una verdadera paz social, estabilidad política y económica. Todo da a entender que la solidaridad internacional le ha dejado su rol al vecino más cercano, que en este caso es la República Dominicana. O que a los gobernantes y autoridades haitianas de los ultimos años les ha interesado poco el esfuerzo de la solidaridad internacional, impidiendo que la misma llegue al menos al empobrecido pueblo.

Nosotros, como nación podemos colaborar en el ámbito de la solidaridad internacional y como vecinos geográficos en función del intercambio bilateral, de ayuda mutua; etc.; pero, ¿qué oportunidad ha dado de manera concreta la comunidad internacional al país más pobre de América para que pueda avanzar en su desarrollo y colocarse más cerca de los otros pueblos? Ahora, además de su estado de pobreza, de la deforestación, del sub subdesarrollo económico, hay una crisis de institucionalidad, una crisis política que su agudizamiento nos va a perjudicar en lo social, en lo económico y en lo político. Es momento de tender la mano a Haití, de prestar mucha atención a lo que allí ocurre, y de que las autoridades dominicanas se dediquen a dar seguimiento paso a paso al acontecer político y social en ambas partes; teniendo muy presente que a los dos paises que forman esta Isla sólo los divide una línea fronteriza.

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