República Dominicana vive en una dramática expectativa porque se pretendería reformar la Constitución que a todos rige, un paso de trascendencia jurídica, política e histórica que no puede devenir de inapelables propósitos unilaterales. Han situado a la nación en sobresaltos, pendiente de una posible carrera desde la discrecionalidad de aposentos hacia modificar la Carta Magna solo para la autoprolongación por segunda vez de quienes ocupan el Poder a contrapelo de las opiniones de importantes sectores y la preocupación porque seguiría vigente el método de la imposición mecánica de una mayoría en el Congreso al que se sumarían adhesiones de último momento.
Persiste a nivel nacional un desconocimiento del impacto que sobrevendría a la institucionalidad puesta a depender de una sola voluntad y proyecto partidario, sin pluralidad de criterios ni garantías del consenso que legitimen el proyecto que se gesta y que se manifestaría con algún texto cuya forma y fondo son hasta ahora un misterio por no haber sido llevado a la discusión pública con suficiente tiempo para contrastarlo con argumentos que tomen en cuenta los efectos negativos de la reelección en la historia cuyas anteriores acomodaciones fueron punto de partida de dictaduras y autoritarismos. Una historia de excesivas reformas al vapor contra las esencias y cláusulas incluidas para contribuir a la preservación de la democracia.
Unas aguas fuera de control
El Gran Santo Domingo, con su crecida densidad demográfica, está escasamente dotado de drenajes para deshacerse con rapidez y mínimas complicaciones a sus habitantes de los efectos de la lluvia; a veces no se necesita que resulte mucha para sumir sectores en inundación. En adición, la infraestructura para canalizar y tratar aguas residuales no alcanza la envergadura para proteger el subsuelo, riberas y costas de la penetración contaminante que proviene de millones de hogares y procesos fabriles.
Por lo visto, existe a nivel oficial más conciencia que antes de que la falta de planificación del desarrollo urbano y de oportunas inversiones en alcantarillado determinan que la urbe sea muy vulnerable a fenómenos atmosféricos y a la acumulación de desechos peligrosos en el subsuelo. Más fondos deben dedicarse a la solución.