Preocupaciones sobre igualdades y desigualdades

Preocupaciones sobre igualdades y desigualdades

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Si en la sabiduría infinita del Creador (pongámosle cualquier nombre: Dios, Jehová, Alá, lo que sea) hubiese existido la intención de una igualdad humana -olvidándonos de que en la naturaleza no hay igualdades absolutas- le hubiese resultado más fácil crear un solo tipo de mente, un modelo único de cerebro, un personaje de características comunes y absolutamente predecibles.

Pero no es así.

Cada ser humano es un universo. Una totalidad. Algo irreemplazable.

Creo que cada ser humano, cada unidad, tiene implícito el derecho a ser diferente, como, de hecho, lo es.

Con el caso de la vecindad de Haití hay quienes me expresan que mis preocupaciones con la sufrida población de al lado, no existirían si fuesen blancos, rubios, de ojos azules.

Lo primero es que no creo que los blancos, rubios, de ojos claros sean mejores que los negros, de pelo rebelde y ojos de azabache con destellos rojos.

¿Cabe mayor crueldad que la desplegada por los bárbaros del norte europeo, que se expande con los hunos de Atila en el siglo quinto, pero que era práctica de esas tribus de rubios aterradores que todavía en el siglo veinte, argumentando una superioridad racial absurda, crean el mito nazi y llevan a cabo el horror del holocausto, de los espantosos campos de exterminio?

Arios son los persas, no los germanos, pero las retorcidas teorías de Alfred Rosenberg (en su obra El Mito del Siglo XX) llevadas por la hábil mano propagandística de Himmler, creó una concepción monstruosa que debe avergonzar a todo ser humano, porque ¿hasta tales puntos llegamos los humanos, a veinte siglos de las enseñanzas de Cristo?

Puedo asegurar que, con respecto a los vecinos haitianos, no me preocuparía más su arropamiento de lo dominicano, que si fuesen blancos, rubios y ricos, y agrego que nada me satisfaría más que la prosperidad de nuestros vecinos, en todos los niveles, pero sin atentar contra nuestras realidades históricas y actuales. Sin pretender haitianizarnos, tal como detesto que quieran norteamericanizarnos, y en otro tiempo afrancesarnos o lo que fuese.

Entre los disparates que nos golpean cada cierto tiempo, por pesado mazo de hierro, recuerdo lo de un Partido Yankista-dominicano (o algo por el estilo). Me causó la misma indignación que el reciente movimiento político haitiano-dominicano (o algo así).

Somos otra cosa. Ni yankees ni haitianos, ni belgas, ni húngaros, ni suizos. Ya lo ha dicho más de un gobernante nuestro (Trujillo entre ellos): «No somos suizos!».

Pero tampoco somos haitianos.

Cada uno en su sitio, con sus realidades, con sus circunstancias.

Hay un libro de Anne Anastasi, Profesora del más alto nivel de la Universidad de Fordham, titulado Differential Psychology, Individual and Group Differences in Behavior, traducido al español por Ediciones Aguilar, Madrid, 1971, con el título de Psicología Diferencial.

Considero importante citar algunos fragmentos.

«Psicológicamente, el individuo pertenece a todos aquellos grupos con los que comparte el mismo tipo de conducta. Desde este punto de vista, la calidad de miembro de un grupo ha de definirse en función de categorías de conducta, más bien que de categorías biológicas. La agrupación efectiva no se basa en la raza, el sexo o la constitución corporal del individuo, sino en su fondo de experiencias. Así el individuo crece como miembro de cierto grupo nacional, con sus tradiciones propias y su fondo cultural, así como sus propios complejos peculiares de condiciones estimulantes; desplegará así las características de conducta de ese grupo, sin que influya en ello su origen racial.» (p. 569).

Hay que reconocer que Haití tiene una compacticidad mayor que la nuestra.

Una interacción entre las dos culturas es funesta para nosotros, no obstante nuestra trayectoria, orígenes y hábitos.

Me atrevo a afirmar que la influencia cultural dominicana en Haití es absolutamente imposible.

Pero no la haitiana en la República Dominicana.

Si nos descuidamos.

Si nos seguimos descuidando.

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