Preocupaciones

Preocupaciones

El país está sumido en una profunda crisis para la cual solo parece haber agravantes y pocos indicios de solución.

Ahora estamos amenazados de quedarnos sin combustibles porque no aparecen los dólares para pagar los embarques.

No sería necedad preguntar cómo puede estar ocurriendo eso en un país con grandes ingresos en divisas fuertes -dólares y euros, sobre todo- generadas por la actividad turística, las remesas de los dominicanos residentes en el exterior y las exportaciones.

El Gobierno suele atribuir la virtual desaparición y el encarecimiento del dólar a especulación y no sabemos hasta dónde esa sea la causa principal del problema. En medio de una gran desconfianza por la inseguridad económica que predomina en el país y por la indetenible devaluación de la moneda, debe haberse producido un aumento de la demanda de dólares por parte de sectores que quieren proteger sus economías, y recordemos que inclusive el propio Gobierno es un gran demandante de dólares, entre otras razones para pagar las compras de petróleo. Además, alguien con suficiente autoridad debe explicar cómo y de dónde están apareciendo tantos pesos para demandar tantos dólares, caros por demás, en momentos en que se supone que la autoridad monetaria está obligada a mantener una severa restricción del medio circulante. ¿Cómo se han estado reproduciendo tantos pesos?

Para agravar la situación, el mercado energético ha entrado en crisis por varias razones, entre las cuales está el hecho de que algunos generadores han debido apagar sus plantas por carecer de dinero para adquirir combustibles. La causa principal de esa insuficiencia financiera la artribuyen los generadores a deudas que tienen con ellos algunos distribuidores de energía.

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Al menos un elemento de alivio aparece en el horizonte, pues parece más cercano el momento en que el país habrá de firmar el segundo acuerdo en menos de seis meses con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En términos técnicos, lo que está pendiente de firma es el mismo acuerdo suscrito a finales del año pasado y que quedó invalidado porque el Gobierno, al adquirir Edenorte y Edesur, violó las condiciones. Sin embargo, para fines prácticos, se trrata de un segundo acuerdo, basado en condicionalidades más rígidas y penalizaciones más graves que el anterior, aunque los montos a ingresar al país son los mismos.

Es bueno que el Gobierno tenga muy presente que no podemos fallar nuevamente en nuestro trato con el FMI. Todos estos percances que estamos viviendo, incluyendo la amenaza de quedarnos sin combustibles por falta de dólares y la acentuación del proceso devaluatorio, son consecuencias de aquellos pasos que culminaron con la compra de las dos distribuidoras regenteadas entonces por la empresa española Unión Fenosa.

La otra cuestión a tener en cuenta es que el desembolso de la suma global acordada con el FMI no se produce inmediatamente, sino con apego a un programa de ejecución de los acuerdos que incluye revisiones periódicas, como se estaba haciendo cuando fue violado el primer acuerdo.

Bajo cualquier circunstancia, el acuerdo con el FMI es lo más alentador que tenemos a la vista en medio de la tiniebla que representan las devaluaciones, las alzas de precios, el colapso del servicio energético y la amenaza de quedarnos sin combustibles.

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